Las manchas en el agua sobreviven a las corrientes leves. Son improvisados barcos, descuidados botes, construidos con esfuerzo, aunque apenas se nota, rellenos de poliespuma en las paredes y los pisos, y unos remos, que no son tales, golpean la masa acuosa creando ondas o figuras que desaparecen al instante; no logran avanzar o mantener el rumbo con precisión, pero al menos les permiten, a los hombres de adentro, flotar.
Los hombres de adentro se envuelven en trajes y gorras para despojarse del sol, y se empujan sobre cualquier punto de la bahía en busca del premio. Tiran los anzuelos, quizá como los tirara el viejo pescador de Hemingway, con esperanza pero desesperados y aguardan por que pique un ejemplar.
Nada más inaguantable, imagino: soportar el repiqueteo de los rayos solares sobre los hombros y dejarse balancear por el compás tedioso de la corriente y esperar y esperar… Imagino, con más fuerza, lo paradójico de vivir en una ciudad rodeada de agua, en un país rodeado de agua, y que los productos marinos para el consumo familiar sean tan difíciles/caros de conseguir. Hay quienes, violando las elementales normas marineras, prefieren atraparlos en su natural entorno, que quiere decir: gratis entorno.
Los otros ojos de Eva
martes, 3 de mayo de 2016
lunes, 28 de marzo de 2016
Cienfuegos, la feria y los agujeros en el bote
Bastó una mirada general y rápida para notar la superioridad cualitativa de la Feria del Libro 2016 en la Perla del Sur con respecto a la del año anterior. Varios detalles —importantes en su contexto— incidieron en que el éxito no fuera más abarcador, y creo vale la pena mencionarlos (para juntos hallar la mejor manera de organizar una actividad literaria tan importante para el presente y futuro de la cultura) no sin antes hacer notar el esfuerzo que esta vez se hizo en la provincia para lograr una fiesta de las letras mucho más decente.
Parece no existir arma que combata la orfandad de público —entiéndase: consumidor literario y no los propios creadores, o trabajadores de instituciones culturales, muchas veces empujados para llenar espacios vacíos— en los programas colaterales (paneles, homenajes, presentaciones, etc.) de estos eventos. La dificultad promocional en este caso es grave y atraviesa un prisma de factores colindantes hasta introducirse en un vacío de conocimiento —o de necesidad de conocimiento— que a largo plazo podría traer consecuencias muy negativas en el destino del país.
Parece no existir arma que combata la orfandad de público —entiéndase: consumidor literario y no los propios creadores, o trabajadores de instituciones culturales, muchas veces empujados para llenar espacios vacíos— en los programas colaterales (paneles, homenajes, presentaciones, etc.) de estos eventos. La dificultad promocional en este caso es grave y atraviesa un prisma de factores colindantes hasta introducirse en un vacío de conocimiento —o de necesidad de conocimiento— que a largo plazo podría traer consecuencias muy negativas en el destino del país.
martes, 15 de marzo de 2016
El álbum de mi familia no es otro libro cualquiera
El álbum de mi familia no es otro libro cualquiera de brujos y brujas. No es la fantasía heroica, y alta fantasía, que recrea la típica historia de amor y la intervención de un brujo malvado, con dragones y fuego, en estos propósitos; no es la rendición del mal, burda y repetidamente contada. Se trata de un cuaderno pensado como sistema desde un inicio, donde el argumento fluye, como el hilo de Ariadna, sin detenerse; se trata de una historia potable, no por sencilla menos profunda o menos sagaz, no por tener un lenguaje llano y huérfano de metáforas, menos compleja y menos abarcadora. Se trata de un libro que, ante todo, siente, y eso es una ganancia insoslayable, el debido respeto por el lector infantil. Sabe que no es un consumidor tonto y que su inteligencia y razonamientos ante el cuento son impensables, por eso va construyendo, con cuidado, una especie de ciudadela donde coloca los engranajes y revela personajes para incentivar al pensamiento y estimular una preocupación por el mensaje. Es la acción, junto al álbum familiar (entendido como objeto), el protagonista verdadero de este libro, porque en ella se concentran las inflexiones más altas, pero también los espacios de reposo, allí están los cambios fundamentales y los desenlaces, que son numerosos durante el transcurso de la lectura.
viernes, 26 de febrero de 2016
La Feria del libro en Cuba: un bote con agujeros
Las Ferias del Libro en Cuba tienen —como ventaja o desgracia— la atención casi masiva del público. Una muchedumbre compacta asiste a los sitios de venta, adquiriendo muchos, otros, pocos, títulos amén de los motivos que pueden ser varios: válidos, discutibles o simplemente, poco entendibles. Las últimas ediciones habaneras han adolecido y en demasía, el verse envueltas en la comercialización de todo tipo de productos que nada tienen que ver con la literatura, estamos hablando de camisetas de equipos de fútbol, afiches, licras, y abrigos de los más diversos colores; sin dejar de mencionar los precios elevados en CUC de los libros infantiles y otros de notable factura.
Desvirtuar una fiesta literaria tan importante y necesaria en la Cuba de hoy va a tener negativas consecuencias a no muy largo plazo. En Cuba se lee menos, se sabe menos la cultura, y a la inversa hay mucho conocimiento de negocio, de “trapicheo”, de “resolver”, que también tiene su explicación sociológica; pero el riesgo que ello trae a la cultura, de manera global, es totalmente inaceptable.
En las provincias la dinámica de la feria es más pasiva; pero, ¿hasta qué punto estas reuniones editoriales en el país tienen el éxito que debieran o el publicitado en los medios? ¿Hasta qué punto se trabaja, fuera del marco previo de las mismas, olvidando luego, durante el resto del año la promoción de los libros y de los autores?
Con Ian Rodríguez Pérez converso sobre algunos temas relacionados con los libros y las ferias, siempre intentando reparar al bote agujereado.
Desvirtuar una fiesta literaria tan importante y necesaria en la Cuba de hoy va a tener negativas consecuencias a no muy largo plazo. En Cuba se lee menos, se sabe menos la cultura, y a la inversa hay mucho conocimiento de negocio, de “trapicheo”, de “resolver”, que también tiene su explicación sociológica; pero el riesgo que ello trae a la cultura, de manera global, es totalmente inaceptable.
En las provincias la dinámica de la feria es más pasiva; pero, ¿hasta qué punto estas reuniones editoriales en el país tienen el éxito que debieran o el publicitado en los medios? ¿Hasta qué punto se trabaja, fuera del marco previo de las mismas, olvidando luego, durante el resto del año la promoción de los libros y de los autores?
Con Ian Rodríguez Pérez converso sobre algunos temas relacionados con los libros y las ferias, siempre intentando reparar al bote agujereado.
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