lunes, 22 de junio de 2015

Intimidades

Sabes que un paquete al mes no alcanza, no es suficiente para la mayoría de las mujeres, y que comprarlo a sobreprecio no es bueno para tus cuentas salariales, y que en moneda libremente convertible son demasiado clásicas, demasiado efectivas para tus costumbres proletarias.
  Sabes que no siempre las traen a tiempo a la farmacia y que tu cuerpo no espera esas tardías diligencias, pero tratas de acostumbrarte a la incómoda situación, siempre aprendes a hacerlo: pides prestado a quien milagrosamente le sobre, o haces malabares para comprarte un paquete durante algún que otro período.
  Por desgracia sabes que han descendido de manera terrible la calidad de su confección, en una escala hasta el diez, por lo menos un siete errante que ansía ser ocho.
Lo mismo te las encuentras con déficit casi total de relleno (las colocas en la luz y su transparencia te permite ver fácilmente a través de ella), o la protección de las pegatinas es una ilusión como lo es también la pegueta en sí que jamás se adhiere al blúmer y se pone a estorbar en otros sitios y se arruga o se corre o da volteretas como si la utilidad no radicara en quedarse en área fija la mayor parte del tiempo; y tú disimulando lo mejor posible mientras caminas, apretando los pies y abriéndolos indistintamente, o dando brinquitos cómicos en medio de la calle (aunque te miren raro y permanente) para llevarlas nuevamente a su posición o, como último recurso, escondiéndote en soledad para con tu mano arreglar el desajuste.

martes, 16 de junio de 2015

Padre de luz

Para siempre fundidos en el hijo quedamos (...) / él hará que esta vida no caiga derribada, / pedazo desprendido de nuestros dos pedazos, / que de nuestras dos bocas hará una sola espada / y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.


Un soldado, en la trinchera abierta por sus versos, camina. Defiendo tu vientre de pobre que me espera (...), para el hijo será la paz que estoy forjando, escribe. El fusil cerca, el uniforme roído por la cárcel eterna que vendrá, por la enfermedad que consumirá su esencia, como el agua al corazón. Un padre de luz sobre la más oscura lámina levantándose.
Recorrer los poemas que el español Miguel Hernández trazó para sus hijos es definir la acepción de padre. Es imaginar demasiado, es pensar el dolor desde los significados más bellos, es entender la posibilidad que tiene un hombre de amar al hijo desde una simpleza descomunal, es pensarlo como la profunda necesidad de hacerlo todo para defender la inocencia de sus cuerpos.
Durante la Guerra Civil Española escribe Miguel Hernández poemas trascendentales, muchos están ligados a su esposa y sus niños. Aunque el primer hijo no llega a cumplir el año, mientras vive es la esperanza que lo ayuda a seguir en las batallas; y el segundo (Manuel Miguel) es otra vez fuente donde vierte tremendamente hermosos sentimientos paternos.

jueves, 11 de junio de 2015

Solo tus ojos, niño mío

 Solo tus ojos, niño mío, salvan la podrida estancia de los cuervos sobre el monte ya gris, ya salvaje, sobre lo raro de abrir las manos a la nada y abrazarla como si el pecho fuera arena.

jueves, 4 de junio de 2015

La casa que gira


 Mientras los periódicos / se deshojan / tú te cubres de pájaros.

                                 
O. PAZ

En la casa que gira perdonas, interminablemente, mis básicas nociones de arte. Vigas se tuercen sin ecos mientras me permites callar durante la surreal explicación del tono en un cuadro de Paul Klee. Sobre toda pasiva calma aceptas mi cercenada ars poetica, que no será cierta si, cuando gano el pan de nuestro hijo, lo hago redactando para un periódico.