Marcos y Lucía tampoco se casarán este año. Hablaron en varios bufetes y en las notarías y pidieron clemencia a miles de jueces legos, pero ninguno aceptó un cheque de amor u otro que en vez de ceros estuviera rellenado con besos. Todos le tiraron las puertas en la cara y ellos, cabizbajos, volvieron a sentarse sobre el puente de siempre para encontrar nuevas fuerzas.
Las aguas crecieron, bajaron desperdicios y subieron botellas sin mensajes; y ellos allí, con la mirada fija en los ojos del otro, pero sin ver. Los sueños se deshicieron al viento y las promesas se rompieron de a golpe por la tragedia y se les gastaron los sentimientos, los vendieron en busca de capital. Se quedaron vacíos, abiertos al puente y con los papeles por firmar.