Edificios iguales que al alba / una y otra vez comienzan, / espejos ustorios que no veo / porque desde adentro el incendio se percibe / como un intento de morir organizado.
José Miguel
José Miguel
Del barrio he escrito hasta el cansancio. Es como el hijo pródigo sobre el cual nunca se deja de tener una mirada de esperanza.
Ya es bastante con que los coches cobren 2 pesos desde Pueblo Griffo hasta el Parque Villuendas y que las guaguas sean caso peliagudo, con que tengamos un policlínico fantasma que pocos servicios presta y al que al fin han empezado a remodelar amén de que estemos un buen tiempo sin asistencias médicas necesarias.
Las consultas de especialistas, por ejemplo, son un juego del gato y el ratón. El ginecólogo que me debía atender no lo conozco, tampoco al clínico, y justo el día que me tocaba turno para ultrasonido tuve que desplazarme (al igual que decenas de embarazadas) hacia la Cruz Roja en busca de la ecografía para conocer a mi hijo. Si estos galenos no podían asistir por cualquier tipo de problema, ¿por qué no garantizan un sustituto y evitan las molestias de quienes van continuamente en su captura sin encontrar explicaciones lógicas al desatino?
Aguas albañales recorren las calles con una naturalidad que asusta. Inundan las aceras, las áreas verdes y el olfato. La putrefacción se disgrega y uno debe caminar en zigzag o en puntillas para no infestarse.
En algunos edificios los líquidos se han trastocado en las tuberías, entonces, a las casas, está llegando contaminado desde hace un buen tiempo, sin saber con claridad lo que botan las llaves.
Dichos habitantes deben inventar para adquirir agua potable, pues nadie les ha garantizado vías de solución al problema, ni ha calculado la gravedad del mismo, sobre todo en una época de graves padecimientos.
Existen basureros horribles capaces de albergar a las más disímiles enfermedades. Latones de basuras en ausencias y vertederos espontáneos pintándose como el mejor de los cuadros en las esquinas del barrio.
La ruta de acceso por la calle 63, así como otras vías internas, son puros baches. Cada vez que llueve se desbordan y reflejan un cielo sucio, los carros que caen y la incomodidad de la gente saltando incesantes antes de llegar a casa.
Asemeja la placita del barrio una donación extinta de repúblicas inexistentes. Se debaten en los vianderos unas frutas enclenques y viandas no muy distantes de paludismo. Pocas ofertas que se ven multiplicadas a solo unos pasos en varios carretilleros que sí tienen de todo, pero a precios imposibles para el día a día.
Aún así lidiamos contra todo desbarajuste. Saltamos los charcos, aguantamos los baches, algunos protestan en las pocas reuniones del comité o buscan a la delegada para esbozar nuevos problemas. Intentar una geografía un poco más decente, defender el barrio donde crecimos, donde están los amigos y del cual se han marchado tantos otros; el barrio donde se vive y se crece, no puede ser una meta disuelta.
Es triste, Melissa, que tengas que dedicar parte del pensamiento de esta etapa de concepcion a tales asuntos. De hecho, ese no es el "retrato" que desde lejos muchos tenemos de Cienfuegos. Hace falta que haya una buena reaccion: tu niño y los otros que vengan con él merecen la ciudad mejor. Cuídense mucho, los dos.
ResponderEliminarAsí es Mila, hay otro Cienfuegos adentro, en los barrios. Estoy luchando por esa reacción para el futuro, veremos. Un beso para ti y gracias por estar.
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