Lo alternativo, como el iceberg de Hemingway, posee una corriente subterránea de sentido, la misma que Poe manejaba con precisión para estructurar, minuciosamente, sus cuentos.
Lo alternativo es, sobre todo, oposición que arrastra con todo lo preestablecido o aceptado, es contraponerse con discursos sólidos a lo que proponen los modelos oficiales, es alejarse del consumismo habitual en que la mayoría de las veces, gracias a la terrible dinámica de los medios de difusión, son imbuidos los públicos como si fueran apenas inanimados frijoles tomando presión dentro de la olla. Lo alternativo es, también, audacia.
Por ello, atreverse a realizar un festival como el sucedido en Cienfuegos del 2 al 5 de julio pasados, y nombrarlo de música alternativa, me parece muy contraproducente. No estoy en contra de la realización en sí de este “fiestón” que, para suerte de algún tipo de audiencia, atrae hacia la Perla del Sur variadas propuestas musicales que no pueden ser disfrutadas con tanta pluralidad el resto del año. Estoy en desacuerdo con el término y con la apropiación del mismo para una música que se aleja muchísimo de ser alternativa.
Este tipo de canción (la alternativa) no posee un estilo que la haga reconocible, pero sí es claro que agrupa a aquellos géneros musicales que se apartan de las composiciones comerciales, de la música usualmente aceptada por las grandes masas de oyentes. Es, además, sui generis y movible, ya que una vez que la misma es asumida por el sistema convirtiéndose en un producto de masas deja, de inmediato, de ser alternativa. Algunos de los subgéneros más reconocibles son: rock alternativo, el grunge, el indie, la world music o la New Wave.
Y pregunto, acaso no son Buena Fe, Adrián Berazaín, Qva Libre, Karamba o Waldo Mendoza músicos que componen los modelos más oficiales de consumo de los públicos en Cuba. ¿Son realmente alternativos? No lo creo. Motivo por el cual, me parece peligroso el nombre que concertaron para el citado festival. Puede crear confusiones con auditorios que no sean nacionales o terminar confundiendo a quienes desde dentro creerán en esta nominación que difunden los medios de comunicación. Y nada más alejado de la verdad.
El proceso, me parece, pasa por muchos caminos donde quiero pensar existen personas capaces de darse cuenta de tales desatinos. Toca a los responsables culturales de la nación tener más cuidado ante situaciones como estas, que pueden parecer tremendistas o poco consistentes, pero para mí (y muchas otras personas) se trata de un error notable. Repito: no me refiero a la idea del festival sino a los términos bajo los cuales se difunde.
Ojalá, en lo adelante, se preste más atención.
En Cuba siempre se ha querido y se ha propuesto difundir cultura y conocimiento, pero con faltas como estas el proceso, sin dudas, marcha a la inversa.
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