Marcel Marceau me pinta una rosa por detrás del hombro. Me sostiene un brazo y me susurra palabras en forma de mimos. Marcel Marceau me profana con un pincel, con una acuarela que sangra y tiene sabor a escenario y a ovaciones del público.
Y yo sentada de espaldas, en la banqueta del atrezo que cojea, y él humedeciendo con saliva la figura para limar los desperfectos, y yo con un vestido de señorita lejana y con las espinas del dibujo astilladas en los dedos. Marcel Marceau me pinta una rosa y me llena el resto del cuerpo de figuras que surgen de sus manos.
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