miércoles, 29 de agosto de 2012

A un hombre misterioso

Tú siempre te escondes detrás del campanario o entras al reloj del parque y alteras todos los tiempos. Tú me alteras el tiempo: lo detienes o lo aplazas o lo aplastas a tu gusto, y yo esperando a que termines de jugar para salir a la calle sin que se me vuelquen las carreteras o el cielo se intercambie con los mares.

Yo siempre espero, como una loca con los brazos contra el cuerpo y la camisa de fuerza, o dibujando libélulas en las libretas de las notas, o escribiéndote, hombre misterioso que aún no conozco.


martes, 28 de agosto de 2012

Omar o el otro infierno

La mujer que más amó en la vida no existe, pero él arrastra su figura cual Horacio en el infierno y grita el nombre en todas las esquinas, en todas las aceras, en todas las calles. Omar tiene una cicatriz horrible en la barriga, como si lo hubieran suturado con mucho descuido, y un solo pantalón amarrado con una tira de la cintura, y un tabaco gastado, un olor fétido que lo aleja de la sociedad y hambre.

Omar casi siempre tiene hambre. Omar no tiene camisas, ni pulóver para cuando venga el frío, ni zapatos, entonces arrastra las huellas de otros en sus pies y barre la ciudad desde muy temprano; ya se ganó unas grietas espantosas que cualquier día le subirán por el tobillo sajándole todo el cuerpo.


viernes, 24 de agosto de 2012

Marcel Marceau me pinta una rosa

Marcel Marceau me pinta una rosa por detrás del hombro. Me sostiene un brazo y me susurra palabras en forma de mimos. Marcel Marceau me profana con un pincel, con una acuarela que sangra y tiene sabor a escenario y a ovaciones del público.

Y yo sentada de espaldas, en la banqueta del atrezo que cojea, y él humedeciendo con saliva la figura para limar los desperfectos, y yo con un vestido de señorita lejana y con las espinas del dibujo astilladas en los dedos. Marcel Marceau me pinta una rosa y me llena el resto del cuerpo de figuras que surgen de sus manos.




miércoles, 22 de agosto de 2012

Abrir las piernas al poema

Me escribí tus poemas en el cuerpo, con tinta y saliva, y me recosté en la azotea para secarme. Las letras se fusionaron entre los poros a medida que avanzó la madrugada, y un temblor me hizo recitarte de memoria. Las estrellas vibraron a la par, y yo con tus letras dentro, con la palabra “viaje” subiéndome por los muslos y “locura” besándome el cuello y “perpetuidad” colándoseme por el ombligo. Tus sintagmas me salieron por la boca en tropel desesperado, e hicieron un estruendo que despertó a los vecinos a las 4:00 a.m. Todos se asomaron, intrusos, a ver qué sucedía.


lunes, 20 de agosto de 2012

Misiones

La niña apenas tiene cinco años y tú te asomas en la cuna a las tres de la madrugada e intentas grabarte sus detalles. El viaje será pronto. Cruzarás en Atlántico y la extrañarás de inmediato, a cada segundo y hasta en los sueños, y te parecerá verla cada vez que un niño africano, negrito y sucio, se te acerque en una consulta. Te perderás las fiestas del círculo y no estarás para explicarle los porqués, ni para verla sonreír, ni para bajarle la fiebre o una estrella.

La niña apenas tiene cinco años y no entiende de estas cosas, por eso te asomas en la cuna de nuevo, lo haces durante el resto de la noche, e indistintamente, miras el pasaporte y las maletas. Las dudas te corren el cuerpo, estás indecisa y tu familia: sí muchacha, vete, nosotros te la cuidamos, y tu marido con el rostro compungido y sin decir palabra y el refrigerador medio vacío y las necesidades golpeándote la conciencia. El viaje será pronto.


jueves, 16 de agosto de 2012

Niños que vinieron con la marea

Foto: Ismael Francisco
 
Los días se confunden con fantasmas
y las olas con niños que alguna vez 
estuvieron arrodillados mientras
calmaban la sed con la marea.
Ellos vivieron aquí, hace mucho tiempo,
cuando había otros soles, 
y construyeron sus casas con arena y sal,
y en un saco enorme guardaron las tristezas
y las escondieron en la cúspide del faro.
Ellos guiaron a cuanta sirena se extravió
en el Caribe, dicen que perdieron los oídos,
pero jamás se les vio huir cuando ellas

martes, 14 de agosto de 2012

Quiero tener un novio como Dalí



Quiero tener un novio como Dalí, que se pinte de azul las axilas y me llame Gala y me dibuje muchas veces en muchas esferas. Quiero que me rescate de Paul Éluard y me hunda en el surrealismo más bruto, más espantoso, más competitivo. Quiero un Dalí con bigotes enormes que suban entre las sábanas y me hagan cosquillas en las noches; un Dalí que se robe todos los pinceles del mundo y practique sus elefantes sobre mi cuerpo desnudo, sobre mi cuerpo-lienzo, mi cuerpo-paleta. Quiero ser la muchacha en la ventana, y morir, tranquilamente morir, aún sin tocarme, después de un orgasmo.

lunes, 13 de agosto de 2012

Persistencia

La persistencia de la memoria / Dalí
Después de estos años en los que cerré los ojos mientras tú mentías, y empecé a preferir tus días, comidas y lugares favoritos; después que detuve mis sueños para cumplir los tuyos y nublé la realidad y creí ser feliz y pensé, que en realidad, mi otra almohada no estaba vacía y aguanté lo que nadie, no pudo creer en la traición de mis pensamientos. Después que desperté cuando estuve bien lejos y bien oscura, no puedo creer que anoche, mientras estaba sentada sobre el muro del malecón, te me aparecías en todos los rostros, no puedo creer que escuché tu voz y extrañé tus besos; es absolutamente imposible que alguien, que yo, a sabiendas que no es lógico, pueda añorar al único ser que empañó todas mis alegrías con tanto daño.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Alcancía

Mi madre rompió la alcancía con un martillo y estuvimos barriendo las esquirlas durante todo el mes. La figura se desmoronó regándose por toda la casa en pedazos imperceptibles, y luego nos hicieron heridas en la planta de los pies, pero el dinero no alcanzó para las curitas. Mi madre reunió las monedas encima de la mesa, las fue contando una por una, mientras se le encorvaba el cuerpo de tanto dolor. Ese día volvimos a comer arroz y frijoles y volvimos a tener hambre cuando fueron las diez y nos volvimos a dormir pasándonos la mano por el estómago. Mi madre lloró el resto de la noche hundida en un mar de pesetas y lanzó una, quizá dos, hacia arriba, apostó cara o cruz por el futuro, con la esperanza de que algún día no tuviera que plantar el martillo en otro sitio.

lunes, 6 de agosto de 2012

El cielo llorará


El cielo llorará el día 12, ya lo avisaron los radares y los meteorólogos y las señoritas del clima, aparecieron con sonrisas cálidas y apenas abrieron los labios para decir: el cielo llorará; y hasta se pusieron alegres y recomendaron a las familias y a los enamorados y a los amigos y a los enfermos de los hospitales y a los que perdieron un sueño alguna vez, salir afuera, tender un mantel en algún descampado y recostarse, boca arriba, a esperar. Recomendaron también tomarse de las manos cerca de la medianoche, darse besos en lugares inimaginados de los cuerpos (como un nudillo o una uña o la rodilla), arrancarse un cabello, dejar escapar al pensamiento más prohibido y darse pellizcos para no perderse en el letargo.


viernes, 3 de agosto de 2012

Cuernos


Ella  tiene sobre el cuerpo otros cuerpos y en el oído otras palabras. Cuando él le toca los muslos reproduce otros muslos y si le acaricia la boca en realidad lo hace sobre otros labios. Ella no se distingue sobre el colchón, hace días que no lo hace; y él penetra a otras y escucha los gritos de otras y tiene orgasmos dentro de las vaginas de otras.

Las intrusas pasan la noche sobre el colchón, acurrucadas entre los pliegues, boca abajo en los pies de él, boca arriba entre los senos de ella. Son insoportables los bostezos en las mañanas y la cola para el baño. Ella piensa cómo liberarse y no sabe que, su marido, traerá para siempre colgados del pantalón a todas sus amantes.

miércoles, 1 de agosto de 2012

El agro

Foto: Sara Saudek
El llanto retumba temprano en las paredes, estremece la casa, despierta hasta las arañas que se desacomodan de las esquinas para no ver. La niña estira a su antojo el seno de la madre, succiona con los ojos cerrados, como si nada más importara en el mundo, y así es. El cuerpo diminuto se espabila después de la leche, llora otro poco, eructa, duerme otra vez.

Cuando la madre se va, la pequeña aún tiene los ojos cerrados y no ve y no sabe y no descubrirá nunca a su madre con las manos llenas de fango, ni a un papel sucio y un lapicito para anotar las cuentas; no sabrá cómo, Regina, la madre, prostituyó su profesión al ella nacer, cómo tuvo que ponerse a trabajar en el agro, en el de la esquina, vendiendo frutas y ajos y viandas aún con la licencia colgada de la panza, cómo tuvo que deshonrarse la ropa para que, al amanecer, hubiera algunos billetes en el bolsillo y leche en sus tetas.