miércoles, 31 de agosto de 2011

Miedos


 Estaba de pie frente a la puerta, con la mano en alto y las palabras bajo los hombros. Estaba en silencio, lleno de sudor y cobardías. Rompió barreras, viajó casi 300 kilómetros para intentar comprenderla, para mirarle a los ojos que siempre le mintieron; pero aún así, ni siquiera se atrevió a levantar la aldaba.

lunes, 29 de agosto de 2011

Duda grave

 Qué me hago con esto que siento, con el escalofrío y el sudor, y los pies que tiritan, y el daño, y las estrellas, y contigo. Qué me hago contigo. Que desapareces cuando parpadeo, pero dejas tu olor martillando en mi sien, y tu sabor de granero revuelto en todos mis poros. Contigo, que eres mi musa, mis letras, mis porqués, y que si no estás, no soy. Qué me hago. Que si despierto es porque te soñaba, y si me duermo es porque intentaré besarte.
  Qué me hago contigo, si solo somos imágenes de un fotograma roto y en blanco y negro, si apenas alcanzamos a levantar la alfombra para esconder los escombros, si tenemos dudas hasta de nuestras sombras. Qué me hago, qué nos hacemos, con las promesas que se rompen al pronunciarlas, y con los motivos que ya no son suficientes. Qué nos hacemos con el gato, con las montañas, con las flores silvestres.
  No lo sé. Tengo duda. Una sola duda, y muy grave.

jueves, 25 de agosto de 2011

Antojos

 Me despierto en las noches con urgencia de ti, con un antojo terrible de morderte hasta los huesos, de quitarte la ropa de repente y quemarnos juntos en la misma hoguera. Entonces prendo la música de siempre, las mariposas hacen el coro, está oscuro y en silencio. Te busco entre las sábanas, camino por las paredes, y te reclamo prendida desde la lámpara. El caballito de mar y la estrella preguntan si estoy loca, les dije que no, cómo se les ocurre, les dije que solo tengo un antojo apremiante de ti.
  Pero no apareces, y me obligas a calmar a la fiera de dentro con más mentiras. Pero no me cree. Mírame a los ojos: cómo crees que puedo mentirle, no es sencillo ocultar los fuegos. Nos despedimos tantas veces ya, que me es difícil recordar si por fin te fuiste o aún duermes sobre mi otra almohada. Discúlpame, le digo a mi fiera, pero eso no es suficiente, nunca lo será.
  Tampoco hay maní molido, ni guayabas verdes, ni queso amarillo, ni leche condensada, no hay nada y me desespero interminablemente. ¿Nunca te dije que te necesito para no morir?, o ¿que de todos mis abismos tú eres el más placentero?, ¿no lo hice?, pues no sé en qué estaba pensando. Mis voces tampoco llegan cuando hace falta, eso solo lo entiendo ahora, ahora que tengo antojo de ti, o de maní, pero tampoco hay.
 

martes, 23 de agosto de 2011

Nada


 "Tú y yo, dudosos, aburridos / de la misma compañía, / de mirarnos, de pensarnos, de estimularnos… / Hartos de la unidad de nuestras vidas / -apacible la tuya, peor la mía-".

Arrufat

  Terminó de caer la última hoja y no pude salvarnos. Pero es que tus manos nunca estuvieron prestas durante los accidentes, ni supiste o quisiste, encender los fuegos cuando hizo falta. Y yo que cargué todo el peso, y yo que aún me veo, de madrugada, limpiando las madejas de nuestros pesares y las manchas de nuestros errores. Yo, que cuando tú callabas hablé de más, y cuando hablaste aprendí a recoger las palabras del suelo. Yo que te amé, que te regalé hasta mis huesos; ¿qué me va quedando?
  Nada. Estoy vacía. Sin palabras para grabar en los papeles de siempre. Sin fuerzas. Sin respuestas ni ánimos ni esperanzas ni credo. Cansada. Me sé los atardeceres de memoria, y la geografía de los caminos por donde transitaremos, y las cosas que pasarán. Estoy sin ánimos, con miedo, al borde de mi cerebro y a punto de saltar, y abajo solo hay púas.
  Nada. No veo, no siento, no quiero. Todo está oscuro y en silencio.
  Y yo que aún tengo miedo de empujar la puerta y tragarme la luz.

lunes, 22 de agosto de 2011

Los muelles

… te saludan sin pestañas, y con las manos oxidadas por todas esas historias corroídas y sin tiempo. Apenas tienen fuerzas para levantarse entre las olas, y desde el borde se dejan abofetear hasta el cansancio. No duermen ni hablan, se les cayeron las bocas hace muchos siglos, después de los silencios prolongados, y luego los peces hicieron banquetes infranqueables. Están hechos con pizcas de nubes que se deshacen al viento, y de soplos indecentes y susurros debajo de las faldas de las señoritas.
  Los muelles caminan sobre vidrios rotos y después los comen y después los escupen y después vuelven a caminar sobre ellos. Y se pasan los días bajo el sol que termina por grabarles en la piel todas las penas, y se manosean con los secretos de la gente, y se van muriendo en una soledad acompañada.
  Y vengo yo de intrusa a pisotearlos como otros; llego y me siento y lo beso y le cuento historias de desamores para que llore, vengo sin consuelo, sin pañuelos, sin treguas. Vengo a clavarle estacas, a recordarle que los barcos siempre se marchan.
  Por último, lloramos juntos las penas de otros y las nuestras, y las de otros nuevamente. Por último nos abrazamos y nos prometemos el futuro, a sabiendas de que la felicidad también se va.

viernes, 19 de agosto de 2011

Cuando despierto en las tardes

 
La tristeza pequeña
(Dulce María Loynaz)

Esta tristeza pequeña

Que podría guardarse en un pañuelo…
Esta tristeza que podría echar
Con las flores marchitas.
Que podría llevársela volando
El viento.
Y que no vuela.
Y que no se echa.
¡Y que no cabe ya en mí toda!...

 
   
 Llevo en la muñeca tu pulso, y en mis ojos tus cristales, y en el refrigerador tu vino, y en el cuarto tu imagen… llevo el alma rota, y una paz indecente que me sube por las piernas hasta ahorcarme la sien. Llevo los pesares en un morral y los arrastro por los únicos caminos de piedras y púas; llevo tus recuerdos como lazarillo para cuando la luz se apague, y cada una de tus palabras grabadas como tatuajes que sangran y se hinchan y perduran.
  Estás a pesar de las distancias, de los contratiempos y de lo inverosímil. Estás por encima de los aguaceros, de las colillas infernales, y de los hielos que no se derriten. Estás en las huellas, en el ron, en todos los caminos que no condujeron a Roma, que no nos llevaron a la ciudad de luz, ni a la torre, ni al Partenón, ni a la Fontana de Trevi para cumplir los deseos.
 

miércoles, 17 de agosto de 2011

León x cebra


 La de rayas negras ya no infringe respeto alguno. ¡La han pisoteado tantas veces!, que le borraron todas las fuerzas. Allí está, de cara contra la carretera de siempre, muda, con algunos borrones de más en los ojos, y algunas marcas de menos en la boca; y con un miedo terrible a los monstruos de ruedas. Quizás envejeció, tal vez el tiempo la hizo flaquear, y está cansada del mismo sitio, de los mismos paisajes, y de las mismas violaciones.
  Yo recuerdo el día que la trajeron, aunque no sé si con permiso o no del zoológico. Fue la novedad por varias semanas, pues en Cienfuegos no hubo antes ninguna de su tipo. La plantaron, de muy buena gana, en el Prado, a un lado del Bulevar, y todo el mundo, curiosidad al fin, fue a verla, a darle la bienvenida, y a probarla.
 

martes, 16 de agosto de 2011

Meteoros

Que me caigan en punta sobre el cuerpo, y me quemen. Que se fundan a la piel, a las venas, y naveguen entre las arterias, los glóbulos, los órganos. Que los perforen todos, que penetren en el corazón, que lo desgajen, lo trocen, y lo escupan. Que no quede una pieza sin romperse, sin rasgarse, sin caer al suelo y ser pisoteado como en otros tiempos. Que me violen, me maltraten, me rompan en pedazos, en pedazos verdes y azules que perduren como manchas de pared.
  Yo los voy a esperar en el balcón, sin ropa, con los ojos tapados y las manos detrás. Voy a esperar que llueva desesperadamente, y caigan entre la Luna, y bajen hasta mis pies, y me entren por las uñas o por los poros o por la nariz. Voy a esperarlos de pie, de pie y sin ropa. Con la única esperanza de que me estallen dentro.

viernes, 12 de agosto de 2011

La desesperación a veces sabe a golosinas

 Llega un momento del día en que me es urgente la necesidad de glucosa. En vena, para calmar de un solo golpe la amargura. Salgo desesperada. Camino por el boulevard, el cual tiene la sorprendente capacidad de marear mis sentidos, con ese incesante paseo de personas todo el día, y hacia arriba, y hacia abajo, y si por el costado, o los laterales. Me es difícil imaginar cómo existen tanta gente que no tienen más que hacer sino viajar en diagonal hasta el cansancio.
  La ruta, la saben mis pies de memoria: doblen en la esquina, una cuadra, a la izquierda y deténganse. Trato de pararme en firme, pero, estoy muy mareada. Intento recuperarme comiendo un poco de aire fresco, entonces el vacío del estómago no hace más que inflarse. Me tambaleo. Suspiro. Estoy molesta y no pienso con claridad; y lo sé, cuando logre estar entre las primeras personas de la cola, ya será demasiado tarde.
 

miércoles, 10 de agosto de 2011

¡Peligro!, hombre al bate

  Tengo miedo. Me asustan las palabras descompuestas. Esas que se tiran contra el suelo y no se rompen. Las que rebotan, las que pegan, las que gimen. Me espantan las lenguas con espinas, los cerebros sin rosas, los corazones de piedra. Me aterran los vacíos, la oscuridad de las sílabas, los destellos mojados. Me escondo entre algunas páginas, pero sus gritos son más fuertes y hacen eco en mis tímpanos. Ellos hablan con esas mismas palabras que duelen.
  Los escucho siempre, están bajo mi ventana. Vienen porque saben que les tengo pánico. Gritan a todas las horas. A deshora. Todo el tiempo. Después de él. Tiemblo, y se me quedan unos vocablos con sabor agrio dentro de la boca. Ahora los escupo. No puedo llevarlos dentro por mucho tiempo.
  Este martes se golpearon las caras. Según ellos es de buen gusto socializar, a merced de todos los vecinos, sus relaciones de pareja, y dejar bien claro el significado que para ellos tiene una mujer. ¡Son tan jóvenes! Apenas unos muchachos de mi edad, de 20 y 24 años, que deberían estar descubriendo a Rafael Alberti (que no es reguetonero), o algún otro poema de Eluard, el por qué de su querella con Dalí, o a un cuadro de Monet. Por eso tengo miedo. Mucho.
 

lunes, 8 de agosto de 2011

Los niños del barrio

 
 Los niños del barrio me crecieron de pronto. Apenas me di cuenta, y no sé si alguien lo hizo. Ayer estaban en el parque jugando a ser hombres, con estaturas que apenas rebasaban el metro, y con las caras sucias e inocentes de quién no tiene noción de la realidad.
  Eso fue ayer. Hoy: me asombran sus músculos, pues no sé cuándo le ascendieron de esa forma; me sorprenden sus tallas inmensas, su caminar de adultos serios, y la mirada de cazadores innatos. Me maravillo cómo presumen de sus abdómenes bien delineados, y muestran sin recato, su mercancía fresca, en las mismas tardes donde antes jugaron a la pelota.
  No me queda otra que mirarlos y sonreír. Es que los niños del barrio me crecieron de pronto y yo ni me di cuenta. 

sábado, 6 de agosto de 2011

De las musas (os) y otros misterios

 
  Un amigo (criador de caimanes) me dijo ayer que las musas (os) no se pierden, que solo debemos dejarlas descansar un poco. Darles treguas, vacaciones, espacios de silencios, algo así imagino. Quizás es que la (lo) he explotado mucho últimamente en este deseo insaciable de formar palabras, y oraciones, y después párrafos. Ya sé que lo mismo la despierto a medianoche, o le imploro me saque de apuros impensados en medio del calor de la tarde.
  Por eso se me pierde de vez en cuando sin avisar, no me da tiempo a prepararme, ni me dice cuando vendrá, o cómo solucionar mis letras en su ausencia. Nada. Se esfuma. Se va de mí en un divorcio sin reproches y sin súplicas. Entonces, cuando intento comerme a sintagmas un papel en blanco: ufff!!!, no sale nada, no aparece nada, ni siquiera encuentro coherencia en una sola idea. Y se me hacen infértiles los días. Y ella (él) me obliga a sopesar esa tregua incruenta de afonías y mutismos, de im-producciones en serie.
  Lástima que mis jefes no entiendan eso, lástima que a mis musas (os) no le tengan programado ese mes al año que toca por contrato… ni las indulten del plan anual de entrega de trabajos. Es una real lástima, porque ellas (os) me dejan sin voz, sin señales, y sin explicaciones lógicas frente a los reclamos sin límites de la redacción.

jueves, 4 de agosto de 2011

Sin respuestas

 El banco donde te esperé cientos de veces me ha preguntado por ti. Se le han marchitado algunas bisagras, y se arrastra en medio del parque con una tristeza alarmante. Pero no sé qué responderle. No sé dónde estás, ni si vendrás a renovarle los votos, a enseñarle tus manos otra vez. No lo sé. Y en el absoluto silencio que provocas, el banco, y la farola, siguen cuestionándome, incansablemente me escupen la cara, y se encargan de recordarme mis miedos.
  La farola ya no alumbra, y aquel espacio ha envejecido sobremanera. Es gris, solo gris en todos y cada uno de los días que le faltas. Pero yo no puedo hacer más, intentar detener el tiempo alguna vez, sin que se de cuenta, y engañarlo, igual que hago conmigo, aunque termine por morir de inanición.
  Ya me cansé de las mariposas de mi ventana, y de las voces calladas que intentaron salvarme alguna vez. Me voy a cerrar los ojos, y la mente, e intentar solventar la marea. No me creas banco, ni farola… no me creas, pero lo voy a intentar.
  Entiendan de una vez y por todas que tengo las manos atadas, en el mismo banco, contra las mismas manos, que soy demasiado débil para empuñar la espada, que me debato en laberintos sin salidas, que tengo miedos infundados, que no soy valiente, ni inteligente, ni corro riesgos como debiera. Soy, lamentablemente, como no quisiera ser.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Enterrado en el sol

 Equivocó los caminos. No supo desenterrar los miedos, ni ser valiente, ni luchar por lo único que valía la pena en su vida. Bajó la cabeza, se sentó junto al árbol del balcón que ya tenía raíces enormes, y se durmió con los ojos abiertos. Inmóvil, ya sin fuerzas y sin ganas, se fue disipando en el vacío de sus días. Lo primero que perdió fue la memoria, después las palabras, luego los porqués. Lo segundo: las letras del cuerpo, la inocencia y las esperanzas. No le quedó nada, y los pedazos rotos de lo que fue, se desvanecieron en círculos y más círculos y más círculos.
  Murió solo, sin avisos, ni funerales, ni rosas enormes sobre la tumba. Murió envuelto en el desierto de los cobardes. No hubo lágrimas de amigos, ni de amores, ni de familias, nadie peregrinó al cementerio, ni estuvieron mientras grababan letras falsas sobre la lápida. Nada. Murió solo, ya lo dije: solo. Como si el mundo entero le hubiese dado la espalda, como si su nacimiento hubiese sido el peor castigo de esta era.
 

lunes, 1 de agosto de 2011

Mi alma se perdió en la carretera

 … y en aquel asiento a pocas luces y con pocas palabras, donde me hubiese quedado toda la noche, sin moverme, sin respirar apenas, solo con los sentidos bien abiertos, con el alma despojada de la realidad. Me hubiese quedado sola, sola con él, con su guitarra, con sus notas, con sus letras, con sus canciones que son tan mías, porque me desnudan en el cuarto sin que nadie lo sepa, porque me trastocan los sentidos de señorita y puritana, porque me hacen pensar y creer y crecer. Me hubiese quedado en el mismo sitio, en la cuarta fila, en el segundo asiento, rodeada de mi propia soledad, y enfrente su figura coloreada de enigmas, cantándome entre candilejas…, para siempre.
  Así, navegando entre desentendimientos: “yo soy el tonto que va tras el aire y se pone contento al poder respirar…”, o entre mapas, o iceberg asesinos, o paralelos que me atraviesan el alma, diciéndolo también en código Morse: “te has convertido en mi mapa, papapapapararapa”. Así: “loco (a) por ti, y fuera de foco”, o inventando “melodramas que te hagan volver a mi cama”. No importa.