miércoles, 17 de agosto de 2011

León x cebra


 La de rayas negras ya no infringe respeto alguno. ¡La han pisoteado tantas veces!, que le borraron todas las fuerzas. Allí está, de cara contra la carretera de siempre, muda, con algunos borrones de más en los ojos, y algunas marcas de menos en la boca; y con un miedo terrible a los monstruos de ruedas. Quizás envejeció, tal vez el tiempo la hizo flaquear, y está cansada del mismo sitio, de los mismos paisajes, y de las mismas violaciones.
  Yo recuerdo el día que la trajeron, aunque no sé si con permiso o no del zoológico. Fue la novedad por varias semanas, pues en Cienfuegos no hubo antes ninguna de su tipo. La plantaron, de muy buena gana, en el Prado, a un lado del Bulevar, y todo el mundo, curiosidad al fin, fue a verla, a darle la bienvenida, y a probarla.
 
Sí, a probarla, en esa suerte “graciosa” de ver cómo al pasar sobre ella los carros se detenían. Y una, y otra vez, de aquí para allá, no importaba la hora, o el apuro, los autos debían contenerse y esperar a que el (los) público (s) transitara por la cebra. Y la Perla del Sur orgullosa también de tenerla, de habérsela robado de cualquier injusta jaula, quién sabe, y de convertirla en huella indeleble y paso peatonal para siempre.
  Hace ya algún tiempo de eso. Y la costumbre de poseerla fue mancillando la semiótica que encierra su presencia. El irrespeto se hizo norma, cotidiana por demás; norma se hizo transgredirla, ofenderla, ignorarla. Soy, diariamente, testigo y víctima del fenómeno. Solo detente a mirarla un segundo, y verás que apenas parece que está allí.
  Los carros (mientras más grandes lo hacen con más énfasis) abren la boca grandemente para devorarla. Y si frenan es apenas a una distancia milimétrica de donde comienza la cebra. Yo me he asustado, incluso e dudado cruzar sobre ella, dudé de su seguridad, y todo por culpa de esa manía de algunos de andar demasiado apurados por la vida. ¿Para llegar a dónde?
  Ella también tiene miedo, solo hay que mirarle su cuerpo desvencijado, y la carra de terror imaginando accidentes. Ese día no va a demorar: el día que se tiña de rojo por un mal golpe de hierros y gomas contra pieles y huesos. No, no demorará. Por eso pidió refuerzos, los pidió a gritos y súplicas. A quien pueda interesarle: la cebra del Prado pidió refuerzos.
  Creo lo más acertado será cambiarla por un león, a fin de cuentas, no es el Rey de la selva por gusto. Sus cualidades de macho brioso aseguro le vendrán muy bien a las leyes del tránsito. Enseñar los colmillos, agitar la melena o rugir bien fuerte cuando advierta una infracción, será la solución a los problemas de irreverencia con la cebra. No me caben dudas.
  Es una tarea urgente. La de rayas negras está de acuerdo con la sustitución, claro está, que todo sea por el bien de la población. El reemplazo puede hacerse sin problemas, y en cuestiones de minutos, plantar al león es obra factible y viable.
  Solo entonces volverá la paz, el respeto, ese deleite que presupone ver a los carros detenerse, educadamente, para que uno pueda cruzar la calle sin apuros, y con la seguridad de llegar a salvo al otro extremo. A la cebra, dedicaremos un homenaje (pues lo merece), alguna tarja develada con respeto en un punto equis de la ciudad; y al león: nuestros mejores deseos de que pueda mantener el orden.
  Repito, a quien pueda interesarle: se cambia león por cebra en la Perla del Sur.

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