miércoles, 29 de junio de 2011

Corriéndole al tiempo

  Entré por la misma puerta, la de tantas veces. Los colores del paisaje quizás cambiaron un poco, pero, en esencia, se siguen cayendo las flores a las mismas horas. Están mis puntapiés, y los de todas mis amigas (especialmente las de Leslie, Susy, Karen, Lianet, Donaris, Claudia, Bárbara, Tabu, Isa), grabados en el piso de la facultad (que ya empezó a desteñir el azul con las lluvias). Y la brújula continúa dando vueltas sin detenerse, ahora comprendo por qué nunca supimos si avanzábamos al norte, o retrocedíamos en el oeste.
  Me bajé de la misma guagua, que mal puesto lleva el nombre de “3”, debería llamarse “256418”, en honor a todos los viajeros que fuimos víctimas de apretones, morados y malas leches. Me bajé, sí, pero fue diferente. Entonces me recordé pisando esos mismos escalones, con miles de dudas, y el corazón roto, con la presión de las pruebas, y los deseos inevitables de escapar al río, de bailar mientras durara la noche en el club, y hasta rosear la garganta con alcohol de 90 (manteniendo fósforos aparte, claro).
 

lunes, 27 de junio de 2011

Puertas

  Lo terrible de no saber cerrar las puertas es que en el momento menos imaginado se volverán a abrir. Y no sé qué traerán esta vez. No estoy preparada para enfrentarlas. Pero la culpa no es mía. No soy responsable por no saber quién o dónde esconden las llaves.
  Tirar las puertas es parte de un reflejo incondicionado, pero cómo obligarlas a quedarse quietas. He enterrado muchas cosas detrás de mis puertas: un sentimiento, una palabra mal dicha, una espera eterna, una vergüenza, una ira, esperanzas rotas, lágrimas saladas y otras dulces, un amor fallido, una canción, una ropa, una amistad falsa, una letra…
  ¿Por qué si nos entregan puertas, no nos entregan también llaves? Necesito dejar atrás mi pasado, pero sin llaves es imposible. Maldigo al viento que tira de mis puertas en el único momento que no debe. El olvido depende de un mero efecto: abrirse. ¿Y que tal si nunca puedo olvidar lo que debo?, ¿o si constantemente vivo en el ayer sin poder avanzar?, ¿y si espanto al mañana con alguna aparición detrás de mis puertas?
 

viernes, 24 de junio de 2011

Tiro al alma

  Cuando amanece se sienta cerca de la ventana en la butaca, y trata de olvidar; pero es muy difícil. Ángela convierte el aire en mariposas, vuela con sus alas hasta los confines del alba y sólo regresa en las tardes junto a las tormentas. Y después intenta dormir, pero ella y la almohada no son buenas amigas, tampoco el cuarto o la cama. Ángela aún sueña con esa noche de espanto y tiene pesadillas y aprieta fuerte los ojos cuando las imágenes de los bandidos se le vienen encima; pero no siempre logra despertar. Esos terroristas seguirán rondando en su cabeza a pesar de los años, a pesar del tiempo.
  Tenía trece años. Apenas trece. Y no es justo que se culpe por haber nacido en el sitio equivocado. Esa no es la verdad. Boca de Samá, Banes. Fue el 12 de octubre la madrugada que hizo grietas en su vida. 1971 el año que estará escarificado perennemente dentro de su piel.
 

jueves, 23 de junio de 2011

Nombres en venta (o en compra)


  La ciudad se me llenó de ofertas. Y cuelgan tablillas por las esquinas, y en el centro, y en los costados (y hasta en las nubes)… tablillas que te deshacen el paladar, aunque el bolsillo diga lo contrario y te muerda la mano antes de que logres atrapar un billete (óigame, aunque sea de a 1). La geografía de Cienfuegos luce bien distinta desde que los cuentapropistas comenzaron a (re) decorarla con sus ventas.
  Por supuesto que me llamó la atención de inmediato: digo la proliferación, casi pareja, de tantas ventanas metamorfoseadas en puntos de desviación del gusto. Aunque debo admitir, y admito, que resultan un paliativo bastante ideal ante la ausencia de opciones gastronómicas estatales. Entonces, iba diciendo: me llamó la atención de inmediato porque me resultó muy curioso, mientras caminaba por mi ciudad gracias a la ausencia de transporte (y que conste que me encanta caminar), encontrarme con tantas y tantas ideas sugerentes.
 

miércoles, 22 de junio de 2011

Teatro

  Estoy dormida. Quizás en un árbol sin ramas, o sin tronco… o tal vez tengo un miedo terrible a que se me estrellen las alas contra otras alas que vuelan en la misma dirección. Siento una necesidad urgente de encontrarme, de hacer las cosas que quiero, que me gustan y alimentan. Pero despierto y todo está oscuro, sin señales, sin rumbos.
  No me gusta que mis pies caminen sobre otros pasos, ni que mi boca repita las palabras que ya dijeron otras bocas; mucho menos que mi mente reproduzca escenas de vidas prestadas. No puedo tolerar el no saber, el permanecer quieta para que las esquinas no me rompan la piel; para, finalmente, no chocar con la realidad.
  Pero aparece Alguien, y tiene pegado al cuerpo tantas flechas, tantas rutas, tantas opciones. Y entonces lo veo por encima de mis miedos: llamándome. Soplando viento contra mis alas, lanzándome preguntas que pegan contra la sien y me tumban, y estoy de bruces en el suelo, dando las vueltas que nunca di, tragando la tierra que jamás probaron mis labios.
 

martes, 21 de junio de 2011

Si no nos hubiesen colonizado

Gallego leí en un libro la historia del exterminio / cuando en menos de dos siglos / acabaron con los indios / les fumaron el tabaco y en el nombre del pudor / les hicieron usar ropa y morirse de calor…

Frank Delgado

  No creo en Colón, ni en Velásquez. Ni en esa manía absurda de considerarlos héroes. No creo en la Pinta, ni en la Niña o la Santa María… mucho menos en los crucifijos que trajeron. Nunca me gustó el color de sus armaduras, ni el peso de sus armas, ni las mentiras de sus palabras. Aquí el cielo siempre fue azul, hasta que los hombres hermetizados que vinieron con y después de Cristóbal, lo derrumbaron todo.
  No he visto frase más cruel que: “esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”. Sí, muy cruel: porque no repararon en la belleza cuando esclavizaron a los nativos, cuando saquearon sus riquezas e impusieron costumbres y religiones extrañas. Tampoco pensaron en la belleza cuando aplicó aquel nombre tan horrible: Juana.
 

jueves, 16 de junio de 2011

De cuando papá se fue de casa


Foto: Ismael Francisco
  
  Todo fue muy raro. Rebeca dice que es normal, que de todos los niños del aula, solo Pablito y Sonia viven con sus padres; y que hoy en día ya no se usa eso de padres casados. Yo quisiera creerle, pero todo fue muy raro.
  Papá se fue en una mañana de sol, pero la casa quedó sin luz, y sin palabras. No tuve deseos de jugar con Rebeca ese día. Ninguna explicación me convenció, y es que los cambios, así de repente, siempre fueron muy duros para mí.
  Papá se fue en una mañana de sol, y nunca supo que se llevó con él todos los recuerdos, los paseos de domingo, los regaños, que más nunca tuve, las respuestas de las tareas, los arreglos que faltaban en casa; y los consejos, a veces locos, para discutirlos. Se llevó las risas y el sabor de la cocina. Se marchó después de algunas mentiras, y no volvió, ni siquiera para ayudar a secar las lágrimas.
 

miércoles, 15 de junio de 2011

Ausencias

La tristeza es de piedra, / música sólida cayendo sobre el pecho,
/ inoportuna brizna bajo el párpado.

Alexis Díaz-Pimienta

  No sabe el viento cómo duele la distancia. Cómo el corazón se retuerce en la incertidumbre de no saber. No sospecha lo qué es mirar unas manos ausentes, o el rostro que la brisa no agita. Y luego están las lágrimas, ocultas en las últimas palabras, despedidas nunca hechas, disgustos sin perdonar, y decenas de besos aún vírgenes en los labios. Desconoce cuánto lastima el retrato de la pared, y las memorias, y las angustias. Nadie sabe cómo duele la muerte.
  Hay quienes vagan con la mirada perdida para distraer los recuerdos. Pero es muy difícil. Otros, como Rubén Veloz Álvarez, cuyas más de ocho décadas le han borrado bastante poco, prefieren contar las historias. Sin preámbulos, sin pausas, con nudos bien grandes que intenta esconder, pero con la pasión latiendo entre las palmas de las manos.
 

martes, 14 de junio de 2011

Nieve en el cuarto

  Entré dispersa. Media mareada por el viaje y el sol, y unas gotas de sudor me recorrían todos los espacios. Entré por la puerta de siempre, la única puerta que me espera, sin preguntas, sin reproches, y sin mentiras. La puerta de mi casa es una especie de santuario sin sacerdote, una suerte de oasis en los desiertos. Entré: la llave profanó la hendidura, suave y serenamente. Siempre lo hace, pero ella no se queja.
  Me recuperé del mareo, más el calor continuó gastándome la piel, y el dinero (los ventiladores siempre me han parecido enemigos necesarios del salario). Fui hasta el cuarto para guardar la cartera y la sombrilla, también las de siempre, entonces descubrí el milagro.
 

lunes, 13 de junio de 2011

Ella y él, después de ella

¿Serás, amor, un largo 
adiós que no se acaba?
Salinas

  Tienen el santuario maldecido por algún infortunio no previsto del tiempo. Está manchada la pared de las manchas, y limpian el futuro con la mitad de las pasiones. Se sientan en el balcón, después del baño y la cena; resulta que sus motivos no acaban, y que para ellos el amor no es la absurda burla de las hadas contra Cenicientas.
  Él tiene 80, pero ella no recuerda eso, ni el primer beso, ni el nombre de la hija que no tuvieron. No lo ve, no lo escucha, no lo siente, no lo desea… Una parálisis cerebral la despojó de toda suerte, de la suerte de saber que despierta junto a su esposo cada mañana, de la suerte de entender de que aquel señor que la baña todos los días, es su hijo, y de la suerte de imaginar cuánto la aman aunque ella no lo sepa.
  No puede hacer nada por sí sola, pero él le aprieta la mano para que no tema, para que se calme y encuentre la paz entre el vacío. ¡Él le aprieta la mano tan fuerte!, que empecé a creer, a perseguir las esperazas que alguna vez dejé tiradas, y a esperar por los milagros.
 

viernes, 10 de junio de 2011

Escobas

  Van borrando los pasos cansados, las pisadas de los infieles, de los tristes, de los que caminan con sonrisas falsas, de los que miran al cielo, de los vendedores, de los pulcros, de los impíos, de los enfermos, los cuerdos, los orates, los casados, los solteros y los insatisfechos, y los incrédulos, y los violentos, y los pausados…, van borrando todas las huellas. Parecerá entonces que nunca estuvimos allí.
  Todo vuelve a cero cuando cae la tarde. A cero. Y se escurre el día entre las líneas de los costados y las escobas, entre el agua y el incesante barrer sin descanso. Los pocos rayos de sol que van quedando hacen el resto, más el ritual es impresionante, tal vez, poco apreciado, incluso por quienes con la punta de los pies insisten en volver a ensuciar los espacios.
 

jueves, 9 de junio de 2011

Las manos que moldean a la muerte

La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver (…). La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer…

Eliseo Diego

  Hay unas huellas, huellas indelebles, que van a esperarte. Hay unas huellas tatuadas en la madera, sobre los pliegues que nadie mira, por debajo de los bordes, escondidas. Hay unas huellas que van a ayudarte con el dolor, que soportarán los suspiros y evacuarán el llanto. Van a estar, a pesar de la tristeza, del sufrimiento sin nombre. Hay unas huellas forjadas con sudor, ellas, van a mirar tus párpados, y se fundirán a las tuyas durante el viaje eterno a la paz de los sepulcros.

miércoles, 8 de junio de 2011

Huellas (+ Fotos)

 

  Hay pedazos de mi ciudad que navegan por el limbo hacia los brazos de Creonte. Hay pedazos rotos por la absurda manía que tiene el tiempo de morderlos. Hay pedazos que vienen y se me hunden en el alma, entonces los llevo como una cruz redentora sobre el pecho. Hay pedazos en forma de amaneceres que están oscuros. Hay pedazos olvidados, carcomidos; hay pedazos violados cientos de veces, y luego las manchas en blanco aparecen ante los ojos de todos. Hay pedazos que duelen, que lloran, que caen…

martes, 7 de junio de 2011

Réquiem por Lautrec (+ Fotos)

… a Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec Monfta... 
 
“Yo me habría encargado de buena gana de Lautrec; creo que lo hubiera salvado casándome con él”


  Hazme saber que existo. Devora las Madonas de Da Vinci. Recorre los paisajes de Monet. Los tutus de Degas. Haz un caldo con la paleta de Van Gogh. Y encuentra en el pelo de un pincel la luz que le falta a mi vida. Pinta. Pinta otra vez el lienzo para mi alma. Ya no más prostitutas comiéndose tu espíritu de niño acomodado. Ya no más alcohol para celebrar triunfos huecos. Ya no más ganas de que tengan ganas de ti. Aquí estoy. Con el pelo rojo y rubio. Aquí estoy para ti. Sin contagios. Sin suicidios.
 

lunes, 6 de junio de 2011

Detrás de sus nubes

  Hay unos ojos que me observan. No sé si entienden. No sé si recuerdan. Y me miran después de las cercas y los columpios, por debajo de las mangas de colores y por detrás del césped. Hacen ruidos extraños que no me asustan. Creo que los conozco; de algún sueño, de otra realidad, de los despertares.
  El cuerpo entero que se alimenta de todo el sol de la mañana quizás esté sufriendo, quizás sonría, aunque no alcance a verlo. El cuerpo entero se sienta, después, a esperar los arcoíris, aunque no sepa por qué aparecen. A esperar la luna, aunque no sepa por qué marcha el sol.
  El tiempo pasa demasiado rápido. Las vendas de los ojos impiden saborear las tonalidades de la vida, de la misma vida, de la de todos. Entonces se erigen paisajes de nadie, esos que no se sabe si tienen colores reales, o si vienen para confundirnos.
 

viernes, 3 de junio de 2011

De roble y aureola (+ Fotos)

Foto: Ismael Francisco
 Mira bien sus manos. Con toda la pasión que tengas, y más, después, mucho más… con la paciencia que no se encuentra ni en el límite de las palabras, con el vacío en el alma provocado por mañanas sin libertad y sin sol para las cunas de niños mestizos… Mira despacio: los pliegues, la forma de las uñas, la danza de los nudillos contra el viento; mira, mira las manos de alguien que no es de este tiempo; y comprenderás de cuánto tiene que despojarse un hombre para cambiar los destinos de siempre, para volcar las desgracias en cumbres de luz.
  Pudo haber sido una mañana cualquiera, la de su nacimiento. Una mañana anónima, perdida en algún camino oculto que llevara hasta Birán. Pudo ser una mañana que empujó el eje de la Tierra, y nunca nadie lo supo. Nadie. Por eso lo dejaron florecer, porque los mandriles que subyugaban a la Isla eran incapaces de imaginar cómo de las entrañas de una madre podía emerger la salvación de una era. Ellos no lo supieron; y aquella mañana, secreta quizás, que ahora también se resiste al paso turbio de las horas, está detenida, para siempre, desde el instante del llanto de un niño.
 

jueves, 2 de junio de 2011

Ebria confusión

  De vez en vez, cuando mi mamá no está mirando, le robo un traguito a la botella de vino que guarda para las visitas. Mi musa me ha dicho que eso la ayuda a dictarme los sintagmas. Y yo que siempre he sido obediente…
  Voy hasta el refrigerador en puntillas, como Raúl, el primo de Bebé; mi mamá no es la Señora Don Pomposa, ni tiene bigotes gigantes, pero yo logro, finalmente, “robar” el elíxir. Se dará cuenta, lo sé, porque en la casa solo vivimos las dos, pero yo argumento con una frase que escucho a menudo:
- Oye, esta botella tiene un salidero.
  Sí, lo tiene, como las tuberías del agua.
  Un día llegó una de esas visitas para las cuales se guarda la botella de vino. Era una visita de aires lejanos, imprevista. Enseguida le trajeron el vaso lleno de la botella de vino que se guarda para las visitas. Y entre conversaciones, también lejanas, la visita degustó la bebida de mi musa. Se marchó, como hacen todas las visitas, dejando más salideros en la botella.
  Pasó una semana antes de que mi mamá se diera cuenta del troque. Me llamó alarmada y entre las inevitables risas, dijo:
- No me lo vas a creer, me equivoqué de botella, y le di a la visita vino seco.

miércoles, 1 de junio de 2011

Amanecer sin Pilar, sin zapatos, sin rosas

 

  Intenté descubrir sonrisas en el rostro. Pero estaban escondidas. Las busqué a la luz, en la sombras, en el silencio, en la huella que dejan los párpados, detrás de las manos, por encima de los hombros… y sencillamente no aparecieron. Se les llenó la cabeza de frutas muy maduras, y los obligaron a tirar en un rincón al carrito de bomberos y la muñeca negra. Y olvidaron, en las esquinas del pasado, al Ratón Pérez y a Cucarachita Martina y a Caperucita Roja y al Lobo Feroz y a Pilar y a los zapaticos de rosa y a Pinocho y a cada uno de los siete enanitos.
  Después miré por debajo de las pieles. Fue cuando entendí. Comprendí la magia desmoronada entre la capacidad de entenderlos y las cercas de la escuela. Advertí toda la inocencia y todo el resplandor de la niñez palpitándoles bien dentro y desbordando por el iris. ¡Sagrados sean también estos niños!, y ¡bendito el milagro de poder leerles las pupilas!