miércoles, 30 de noviembre de 2011

Detrás

Allí estuvo, sin apenas levantar el brazo, sin apenas voltear, sin apenas mirarme... y yo imaginando todo el tiempo que me quería, yo imaginando todo el tiempo que eran verdades sus labios y que no eran de papel sus palabras. Yo en aquel banco, y él en otro. Yo sola con su mano ausente, él con la mía a rastros, a picotazos; se la llevó desde aquella mañana cuando nos detuvimos por cansancio, se la llevó sin permisos, y ahora ando yo sin dedos por este mundo.

Ando yo así, como ahora, sentada al pie de los árboles, desahuciada por unos cuantos roedores que insisten en comerse nuestra historia, y por un submarino amarillo renaciendo en medio de la acera. Ando yo como sin rumbo, pero con rumbo, como sin pies, pero caminando.


martes, 29 de noviembre de 2011

El Costillar bien adentro

Fue como si nos hubiesen exprimido los ojos, los de todos a la vez, con una fuerza capaz de inundar al aula. Y hasta nos subimos en los pupitres para no empaparnos los pies de lágrimas y los pantalones, y las pieles. Nos subimos con la esperanza de poder quedarnos pegados, porque nunca las despedidas han sido cosas fáciles, ni de minutos, o madrugadas sin dormir para que no llegara el sol.

Las despedidas unos las atrasa, las demora, las mima para que no se porten mal, y hasta les da palmaditas en las noches, porque si duermen bien, es posible que despierten tarde y uno no tenga que decir adiós tan pronto. Eso hicimos todos, aquella noche, sentados sobre el piso de la Avenida de los Presidentes, rogando porque el amanecer tropezara de buena gana, y se torciera un tobillo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Entre minutos

Es tarde, o demasiado temprano: la 1:15 a.m. y aún no aparece el sueño, se perdió, quién sabe dónde o por qué. Estoy lejos: dentro del Costillar de Rocinante, que relincha y se retuerce y de a ratos sale a cabalgar en la luna, a bailar con princesas perdidas y a destruir molinos de estrellas. Luego caen las lanzas en el portal, hacen ruido, pero ya no me asusto, después llega Don Quijote, me hace una seña discreta y se recuesta sobre Sancho a dormir Dulcineamente.

Pero todo sigue oscuro, en silencio, y a esta hora regresan los pensamientos prohibidos, y miro al lado y no hay nadie, está vacío, no estás, y continúan corriendo los minutos por una autopista sin regreso, indetenibles, corren rápido y chocan y se extravían y se mueren. Pasan las horas, el tiempo... se me pasa bastante aquí.

Lo único bueno es que cada vez estoy más cerca del sol, y que en algún otro lugar de la Mancha, de cuyo nombre siempre querré acordarme, duerme un caballero en los bajos de mi ventana. 1:50 a.m.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Receta

1. Súbeme a la mesa.
2. Tira los cuchillos, rompe los platos, aparta el mantel y sírveme sobre la fuente.
3. Tápame los ojos, recórtame el pelo y destrózame la ropa.
4. Envuélveme en aliños y sal de apio, corta algunas cebollas alrededor.

Modo de preparación

Esperar unos segundos. Cuando las venas sepan a vinagre y aceite; cuando mi carne esté dorada y abierta: bríncame encima, cabálgame, muérdeme toda, y con los dientes despójame de mí.

Da para 1 sola ración.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Sueños

A la entrada de los sueños permanece inerte la estatua. Está construida con pedazos de nosotros, con realidades de nosotros y con imágenes de nosotros. Las pesadillas la azotan madrugadas enteras, pero ella sabe defenderse, y entonces abre las alas donde guarda la nube en que nos besamos, y levanta el brazo tatuado con aquel jardín de soles y mariposas y centellas; se abre toda para tragarse a los malos sueños de un bocado. No siempre lo consigue, es cierto, hay veces que sucumbe... pero gracias a ella, aún tú y yo, estamos vivos.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Esperarte

Estás lejos. Otra vez. No veo tus señas, ni el camino de hielo donde dejamos un mensaje para nuestros hijos. Te vas siempre. A todas horas, y a veces ni el permiso me basta para entenderlo. Te vas y punto, o comas, o signos de interrogación, o hipérboles. Te vas lejos. Aún más lejos que ayer, y ahora, en la distancia, también hemos aprendido a ser nosotros, y nos extrañamos terriblemente, tanto, que me duelen hasta los pensamientos. Pero te vas. Ya me figuro el sabor del adiós, y sé de memoria aquel dibujo en sepia que abandonas sobre mi cama.

Aún así, no entiendo por qué siempre te espero.
 

domingo, 13 de noviembre de 2011

Señor

Cuando despierta ya tiene los ojos abiertos, se levanta de la cama de la misma forma que siempre lo hace, sin cambiar nada, colocando el mismo pie en la misma losa y dando los mismos pasos hasta llegar al baño. Se lava la cara, siempre mejor el lado izquierdo que el derecho, se viste, con la misma ropa, aunque nadie lo note, y sale a la misma calle y toma el mismo camino.

Siempre va al mismo lugar porque si se resiste, se le revientan los pies y se le tuercen las venas y se le acaba el aire; si se resiste, se le apaga el sol y vienen las sombras a picotearle la espalda, a torturalo con las verdades que piensa podrá enfrentar; pero él mismo no cree, ni creerá. Su paisaje no cambia de color porque no puede levantar el pincel, o no quiere; porque ya se acostumbró y la comodidad visual le garantiza un poco de paz.

Y si algún día su realidad cambiara, y todo se pinta de verde o de rojo, es poco probable que no extrañe a los demás... la vida misma se lo demostró millones de veces. Por eso despierta con los ojos abiertos, y antes de acostarse, ya los tiene cerrados.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Donde acaba todo


Es de tarde y el viento me quita la ropa frente a todos y juega con mi pelo y me da palmaditas en los hombros. Hay un señor sentado en el muro pescando sueños, pero el mar está bravo y choca contra los límites de la ciudad y la viola y humedece las aceras y las calles. Pero el señor continúa de pie, con el anzuelo inventado en la mano y la carnada en el agua, porque sabe que si se queda otro rato es posible cambiar su vida y porque de nada vale rendirse frente al muro.

Yo quise quedarme, me vendría bien atrapar alguno, pequeño, un tanto más esperanzador, qué más da, no importa, ya no me importa, sino pescarlo. Entonces me arrancaría un lado del corazón, el derecho, para colocarlo en el anzuelo y esperar a que piquen, a que me lo coman, que se lo traguen y lo mastiquen, lo saboreen y lo degusten... esperar entre las madrugadas procurando que el salitre no me tumbe la piel.


lunes, 7 de noviembre de 2011

Aquí

No escampa, cuando uno quiere no escampa. Y se me empapó la piel de repente mientras corrí, mientras mis pies buscaron los tuyos. Hoy le salieron ojos a la avenida y había gente que no reconozco pasando como locos y ruidos extraños y semáforos riendo en la esquina.

Y yo que salí sin la ropa, y yo que casi me ahogo sobre el muro del malecón, y yo que esperé la tarde para verte, y yo que ahora escribo cosas como estas, sin sentido, sin orden, sin lógica, a esta hora, que es tarde, muy tarde para estar escribiendo cosas como estas, para estar riendo sola frente a la computadora, que no me conoce, que ya me preguntó mi nombre y no le respondí, pensará que estoy loca, que vengo de otro cometa. Pero no, estoy lúcida, al menos eso me invento…; lo que pasa es que yo también tengo las manos mojadas.

viernes, 4 de noviembre de 2011

En el párrafo

Me senté sobre el punto final del párrafo, como esperando otras palabras, pero no aparecieron. Estaba sola después de las ideas, de las comas y de otros puntos suspensivos. Y vino un temblor de sustantivos que me tumbó sobre el papel en blanco. Allí estoy, hace un buen tiempo, con frío, con hambre, con miedo… esperando, terriblemente esperando a que alguien venga, con sus dedos llenos de tinta, a escribirme las letras encima.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Mañana

Le besó la mano con toda la pasión de adentro, despacio, como si fuese el último beso del planeta. Dejó los labios prendidos en su muñeca, tan fuerte que ni las borrascas ni las mentiras ni las palabras no dichas pudieron borrarlo. Ahora lo lleva como lazarillo, porque sabe que, tal vez mañana, cuando el mundo se acabe otra vez, la única salvación nacerá desde su piel.

martes, 1 de noviembre de 2011

Tú y yo

… apenas tenemos pausas, y todo se nos revuelve al viento, a la música, a las noches sin Luna y sin estrellas. Y nos fuimos perdiendo, sin querer, en esos arbustos de los parques, en las fuentes escondidas tras los libros de poemas; nos perdimos y bajo el brazo nos llevamos los senderos, todos. No regresaremos, ni antes, ni después. Estaremos para siempre en esas islas de soledades, donde nos comeremos los labios cuando tengamos hambre, y luego los hombros, los pechos, las piernas…

Nos veo a la orilla, en la arena, en las olas, aunque nos faltan bastantes pedazos del cuerpo. Nos veo, al menos, con la sonrisa.