jueves, 3 de noviembre de 2011

Mañana

Le besó la mano con toda la pasión de adentro, despacio, como si fuese el último beso del planeta. Dejó los labios prendidos en su muñeca, tan fuerte que ni las borrascas ni las mentiras ni las palabras no dichas pudieron borrarlo. Ahora lo lleva como lazarillo, porque sabe que, tal vez mañana, cuando el mundo se acabe otra vez, la única salvación nacerá desde su piel.

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