Cuando despierta ya tiene los ojos abiertos, se levanta de la cama de la misma forma que siempre lo hace, sin cambiar nada, colocando el mismo pie en la misma losa y dando los mismos pasos hasta llegar al baño. Se lava la cara, siempre mejor el lado izquierdo que el derecho, se viste, con la misma ropa, aunque nadie lo note, y sale a la misma calle y toma el mismo camino.
Siempre va al mismo lugar porque si se resiste, se le revientan los pies y se le tuercen las venas y se le acaba el aire; si se resiste, se le apaga el sol y vienen las sombras a picotearle la espalda, a torturalo con las verdades que piensa podrá enfrentar; pero él mismo no cree, ni creerá. Su paisaje no cambia de color porque no puede levantar el pincel, o no quiere; porque ya se acostumbró y la comodidad visual le garantiza un poco de paz.
Y si algún día su realidad cambiara, y todo se pinta de verde o de rojo, es poco probable que no extrañe a los demás... la vida misma se lo demostró millones de veces. Por eso despierta con los ojos abiertos, y antes de acostarse, ya los tiene cerrados.
Melissa: ¡Te vi en la Tecla de hoy, de JR! Otro te dijera que estás acabando. Yo prefiero decirte que estás empezando a acabar. Me alegro mucho por ti. Un beso.
ResponderEliminarUFF!!!!, gracias, millones, gracias por verme y por creer siempre. Me puse muy contenta con tus letras, que son para mí más que la salvación. Gracias.
ResponderEliminarHoy en el aula socialicé tu blog, es que siempre lo estoy leyendo, y quiero que todos lo hagan, jajaja. Un besoooo