Estás lejos. Otra vez. No veo tus señas, ni el camino de hielo donde dejamos un mensaje para nuestros hijos. Te vas siempre. A todas horas, y a veces ni el permiso me basta para entenderlo. Te vas y punto, o comas, o signos de interrogación, o hipérboles. Te vas lejos. Aún más lejos que ayer, y ahora, en la distancia, también hemos aprendido a ser nosotros, y nos extrañamos terriblemente, tanto, que me duelen hasta los pensamientos. Pero te vas. Ya me figuro el sabor del adiós, y sé de memoria aquel dibujo en sepia que abandonas sobre mi cama.
Aún así, no entiendo por qué siempre te espero.
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