viernes, 30 de marzo de 2012

La elegía y yo

  “Nemesia -flor carbonera- / creció con los pies descalzos. / ¡Hasta rompía las piedras / con las piedras de sus callos!...”

Jesús Orta Ruiz

 
Le vi el fondo de los ojos y allí solo había sangre y balas y uniformes de mercenarios. Estaba el camión alejándose de Soplillar dando vueltas en la pupila y los gritos le subían por las pestañas, saltaban a las cejas y trataban de escaparse de los recuerdos; pero otros surgían en el centro mismo del iris. Las manos de carbonera y las piedras de sus callos han cambiado bien poco, y el retrato de su madre, a mitad de la sala, se roba el silencio del poblado. En el cuerpo están apocopados los dolores desde abril de 1961 y desde que su nombre quedó perpetuado en la elegía a sus zapaticos blancos.


miércoles, 28 de marzo de 2012

Sola en alta mar

Vuelvo a estar sola, como los búhos que ayer se posaron en las ventanas, como el humo de los trenes que parten, como las arenas cuando le extirpan las olas. Y el silencio mutila los días, los pica en trozos pequeños y los envuelve en un saco que después lanza y naufraga en el mar y se va deshaciendo al compás de la marea. Vuelvo a ser la tripulante que busca velas en el horizonte, que huye del canto de las sirenas; vuelvo a ser la del mástil sin bandera. Tengo puntos de sal en casi todos los poros y no sudo, tengo el sol entrándome por las arterias y un cocotero clavado en el alma. Pocas islas soportarán el peso y se hundirán mis pies al pie de las ventiscas. La mar se hará alta después de la tarde y yo estaré allí, agitando el pañuelo que, alguna vez, perteneció al tiempo.

lunes, 26 de marzo de 2012

Cuando el mar abrazó a Gibara

“No sé de qué me escondo, de qué males escapo / ni qué lágrima extraña me llama desde el mar…”
Carilda Oliver Labra

Llegué, por primera vez, cabalgando encima de un rumiante, mientras las sillas y la gente me robaban la tranquilidad. Durante más de una hora salté al compás de los baches, hasta que el camello paró en seco y me escupió a mitad del pueblo. Había mucho silencio entonces, las casas empezaban a despertar a esa hora, bostezaban sin pena y se estiraban sacudiéndose de encima la pesadez de la noche. Al final, estaba el mar, venía yo buscándolo desde la guagua, levantando la cabeza por encima del señor regordete y la señorita con estilo de poeta; pero no me dejaron verlo y tuve que adivinar cómo los peces saltaban entre los botes que parecían pequeñas manchas de madera sobre el agua.


martes, 20 de marzo de 2012

Silencios de tarde

Cómo iba yo a cortarme en pedazos aquella tarde y después subir al baúl o a las nubes o a la montura -qué más da- y perderme entre la hierba, entre las piedras, entre el silencio de la casa y las palmas. Fue difícil no gritar, no ahogarme en la garganta, no detenerme frente al muro de los desconocidos y decir: hola. Fue difícil el otro comienzo. Pero resurgieron tantas cosas: el mar, por ejemplo, y una brisa y unas letras y un camino. Hizo sol toda la tarde, toda la tarde y después, pero tú estuviste para rescatarme, para robarme unas cuantas escencias, para desnudarme frente a todos y después callar.

Y después yo, escribiendo sin límites, dentro de mí o de ti, ya ni sé, yo frente al papel y el papel y el papel....

miércoles, 14 de marzo de 2012

Dialéctica de la tardanza

El día de mi muerte me sentaré frente al sepulcro para conversar, otra vez, con los amigos. Nos dará tiempo a contar buenos chistes, a tomar el café de siempre, el de los chícharos en abundancia y terrorista de cafeteras, y redactaremos unos cuantos epitafios para cuando llegue el señor de los entierros; aunque claro, eso puede demorar. Quizás estemos semanas de fiesta antes de bajar al inframundo, quizás nos reunamos más difuntos de la cuenta. Es que de un tiempo hacia acá todo empieza tarde, todo.

Temprano empezó el problema de la tardanza, y se instaló prematuramente en todos los panoramas de la vida social. Y yo que siempre tuve la costumbre de llegar 15 minutos antes a todas las funciones. Ya sé que aunque los hábitos de la infancia son difíciles de alterar, tendré que ir matando, sin lentitudes, esa manía. Bastantes años pierde uno ya durante el sueño como para seguir extraviando las horas.


martes, 13 de marzo de 2012

Nos soñé


Nos soñé, a nosotros, siendo niños, dándonos panzazos contra el suelo, comiéndonos las hormigas de los árboles. Nos soñé, roncando en la siesta (tú más que yo, jajajjja), tomándonos las manos para cruzar el puente y después cayéndonos al río. Nos soñé, aquel día, en aquel campo con aquellas hierbas y aquellos animales. Nos soñé, yo que nunca nos había soñado, tú que nunca habías aparecido en mis sueños. Nos soñé, ¡por dios, lo hice! He soñado, terriblemente, como de verdad, con que llegabas.

jueves, 8 de marzo de 2012

A la vera


A pocos metros encontré el cuerpo. Caminé despacio y de un manotazo espanté los cuervos. Te entré por la boca y mientras caía la tarde te fui comiendo las vísceras y los órganos y después los huesos. Me alejé cuando la noche se hacía insoportablemente oscura. Tú quedaste tendido en el lugar de siempre, con los mismos pecados burlándose de ti y con la misma sonrisa del día de bodas.

lunes, 5 de marzo de 2012

Contigo en la garganta

Me levanté con tus ojos trabados en mi pupila y aún ando sin ver demasiado, o viendo demasiado poco. Te confundí con un señor a mitad de la calle, y juraría que eras tú, que eran tus manos las que se levantaban al aire y tu sonrisa, tu endemoniada sonrisa, la que me desvariaba los sentidos. Ya me lavé la cara (a pesar del frío, lo hice) pero nada, sigues ahí, haciéndome cosquillas en el iris y caminándome por el borde de las pestañas y sentándote, dulcemente, en el lagrimal. Me levanté hoy contigo en los ojos y me fuiste bajando por la nariz hasta la boca, por la boca hasta la garganta, y ahora, cada vez que hablo, pronuncio tu nombre.

jueves, 1 de marzo de 2012

Tú y los meses

Ojalá pudiera robarme los meses (este, por ejemplo), esconderlos debajo del colchón, apretar los días contra los muelles, contra el peso de mi cuerpo, y acostarme, en las noches, sobre el 1ero o el 25, tal vez asfixiar al 12 y al 30 con el pubis. Si pudiera robarme los meses y saltar a mi antojo por el calendario (de enero a abril, por ejemplo, y después a junio) los días no serían tan desesperantes y me dejaran en paz los fantasmas de los miedos, esos que vienen a los sueños y los tuercen, los echan a las llamas hasta convertirlos en pesadillas. Si pudiera alterar el tiempo, adelantar los minutos sin sentidos y estacionar unas horas después, andaría con sonrisas.

Es que a lo meses les ha dado por demorar, entonces los escucho burlándose de mí, sacándome la lengua, torturándome con relojes de arenas tupidos, los veo anclándose, y ya les he explicado, cientos de veces, que tú estarás esperándome después de ellos. No sé qué haré para que me entiendan, aún así, no te asustes si mañana despiertas y no ves a marzo en el almanaque, al menos piensa que estaremos frente a frente, y tal vez, con mucha suerte, dibujados en algún cuento.