jueves, 29 de septiembre de 2011

Cariátides


Los vientos del norte llegan en estampidas de colores y con mañas raras. Llegan y me susurran con la dulzura eterna de los dioses. Me acarician desde la frente hasta el tobillo, suave, muy suave, hasta detenerse en el único lugar prohibido para una sacerdotisa. Allí permanecen el resto de la tarde. Leyendo las grandes aventuras épicas de Homero y su Aquiles, o domando al minotauro de Creta.

Y yo firme, al borde de la Acrópolis, con un rostro que se multiplica a mi diestra, con el mismo cuerpo de ellas, y las manos, y los rasgos, y la pose. Yo firme, cual gladiador en la arena. Inmóvil, contemplando desde la altura las ruinas de la ciudad, y recordándote.

Tengo rota la esquina del hombro izquierdo, pero Fidias ha muerto, y Policleto y Mirón, y Paxíteles. No hay nadie, apenas sus recuerdos que en las tardes vagan sin rumbo sobre el Partenón. Me duele la cabeza, por esta manía absurda de aún querer mantener el pórtico contra el tiempo.

Aquí amanezco desde hace siglos, sola, con mi mudez. Tengo el sol tatuado en las grietas, y a la luna reflejada en la cornisa. Aquí estoy, detenida en la época de nadie, y recordando cómo solías subir al Erectión, sin miedos, para besarme en los labios. 

miércoles, 28 de septiembre de 2011

En su boca

Lo besó hasta robarle las entrañas. Le abrió la boca y se metió dentro; primero el rostro, luego las manos y el pubis y las piernas y el alma. Le abrió la boca a mitad de la cama, sin piedad, sin preguntas; le abrió la boca con fuerza, tiró de los labios como si fuesen cuerdas de un muelle que pende, los mordió, los succionó con una presión terrible.

Después le estrujó los dientes, los obligó a colisionar, en desespero, unos con otros, y a perderse entre la garganta y el cielo y la encía. Al final, liberó a la lengua, que cual serpiente hambrienta penetró en busca de la presa. Penetró, intrusa, bojeando todos los espacios: a la izquierda, y por encima y al centro. Salió acariciando las huellas, dejando una humedad exquisita, y con una satisfacción plena cual usurpador de gobiernos.

¡Ah!, ¡esa boca!, no pudo dejarla ni en sueños, ni después de esas realidades tan ajenas. No pudo, siquiera, no pensarla, pues se le incrustó en la piel sin que apenas se diera cuenta.

martes, 27 de septiembre de 2011

Raro


 Las noches ahora son diferentes. Aún te espero. El cuarto se me hizo grande de repente y ni la grabadora, ni la extensión, funcionan. El ventilador no entiende (apenas mueve las aspas), mucho menos el reloj o las sábanas. Y yo que aún no me atrevo a decirles ni una sola palabra, yo que aún invento subterfugios sin sentidos; y tú que todavía me estás mirando desde las fotos. Anoche, mientras intentaba escribir, me invadieron esos malditos bichos de la luz, y casi dejé que me devoraran. No sé si las picadas sobrevivirán al tiempo, o tú.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Interrogante


 Quizás fue el impulso, o sospechar de la brevedad de lo eterno, fue ese no saber, ese qué sé yo, esa espera predecible. Tal vez la sorpresa de descubrirte mortal, de mirarte, ¡por fin!, a los ojos; ¿fue eso?, no lo sé, no quiero descubrirlo y que se espante la humedad.

  Hereje esta cama, este cuarto, el poema. Brujo tú, condenada yo: y al fuego, y a la brasa, y a las cenizas. Ardimos juntos, con nuestras manos en nuestras manos, con nuestros labios en nuestros labios. Se quemó la piel de repente, y nos cocimos con las lenguas; se nos fundieron las carnes y levitamos al suelo. Y yo que ni siquiera te había soñado, y tú que me encontraste a mitad de la hoguera.

  Hombre que juegas con mapas y con países: ¿cómo aprendiste a desnudarme sin palabras, y luego desaparecer? 

jueves, 22 de septiembre de 2011

Tus palabras

Una sola palabra tuya, una sola, y se me revuelven los mares, y llegan tsunamis con olas gigantes a desahuciar el mundo donde me escondo. Una sola palabra, una sola, y se me caen los pedazos del cuerpo, y me incinero frente a vientos que turban la paz de ayer, o voy directo a sentarme frente a la línea de los trenes. Aún me estoy madurando, aún no tengo todas las respuestas o las direcciones, aún me tambaleo en una cuerda floja donde hace mucho que ya no estás, aún me doy golpes eternos contra las paredes, aún no aprendo a barrer las sombras del camino; aún no.

Entonces, cuando tiro arpones para sujetarme a las paredes, sin querer, se te clavan en el pecho, y te hago sangrar, y te maltrato conmigo misma, conmigo misma que no soy más que el daño eterno de las cosas; conmigo, que no sé enfrentar los destinos, ni ser valiente; conmigo, que cuando intento pelear con mis miedos se me doblegan las espadas y dejo que ellos me coman. Y me comen, y me atan en su estómago, y me amordazan…

Solo quisiera ver la luz alguna vez, en tus manos, con tus palabras, contigo; ver la luz, porque llevo más de dos décadas esperando, porque todavía no la he besado con mis ojos.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Las palabras, el cuento y el profe


 Recuerdo el día con mucha claridad. El profe Eduardo entró al aula con una grabadora en la mano. La clase era de redacción, por eso nos extrañó tanto a todos. Repartió una hoja en blanco a cada uno, y nos dijo que escribiésemos en el papel las sensaciones que produjera en nosotros la música, entonces le dio play a la grabación.

  La canción, una disco movida, estaba en inglés. Unos pocos supimos que se trataba de una narración cronológica del ataque a las torres gemelas, y escribimos como tal; otros tan solo anotaron sobre el papel recuerdos sobre las fiestas del fin de semana, o alegorías a la música que prendían mientras hacían el amor. Luego, el profe recogió las notas, y se fue sin decir nada.

  Una semana después volvió con nuestras ideas intactas. Volvió a repartirlas. Tomó una tiza y escribió en la pizarra las siguientes palabras:

 

martes, 20 de septiembre de 2011

Mentiras

 Mentía incontrolablemente. En la mañana, después del sorbo de café, a la hora del baño y durante el sueño. Todo lo que dijo alguna vez en su vida fue mentira. Mentira su nombre de caballero en conquista, mentira las palabras que vendió por Internet, y mentira los cuentos que leyó a sus hijos de mentiras. Mentiras sus mentiras, los colores de la pared, el trabajo, los amigos, la familia; mentira sus años, su figura, su alma.

  Pero las palabras de mentira se le fueron acabando sin que se diera cuenta. Y sin que se diera cuenta se encontró un día con la única verdad que hubiera de conocer en su vida. Era una verdad gigantesca y de colores, una verdad tan grande que se le atragantó en la garganta y lo hizo explotar.

  Reventó de verdad, pero aún así relató lo contrario, y todo el mundo creyó que había muerto de mentira.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Huracán

Foto: Ismael Francisco
 Estoy sentado sobre la cumbre de las sombras. La tempestad promete robarnos los espacios, pero no me muevo. Te miro, te estoy mirando, como siempre lo hice. Hay una distancia exquisita entre nosotros que extrapola los deseos. Pero yo te amo, porque desde hace mucho tiempo aprendí a llorar tu belleza con un desespero asombroso, a contemplarte en la medida, a conocer tus manías, y hasta descubrí la forma tan sensual en que duermes bajo las estrellas.

  Despiertas algo atontada, exactamente a las 9:00 a.m. bostezas, y no es solo hasta las y media que logras incorporarte al bullicio de la mañana y al salitre. Pero me temo que apenas sabes de mí. Desconoces que te dedico poemas extraños: "tú no te irás, mi amor, y si te fueras, / aún yéndote, mi amor, jamás te irías". Ignoras cómo te repaso a cada minuto, cómo te cuido, cómo te espero.

  Hoy amanecimos con vientos y lluvias oscuras. Hoy nos separa algo más: hoy nos aparta esa gran ola que me robó el privilegio de abrazarte; mientras yo sigo aquí, inmóvil, con los celos sajándome la estructura, y amándote desesperadamente sin que lo sepas.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Escucha


  Casi ni me atrevo a mentir, es la maldición, la del destino, o la piedra, esa que de pronto se te atraviesa justo en la sien y te obliga a obedecer; ¿o acaso es la bendición misma disfrazada del purgatorio? Los curas aprendieron a cerrar las puertas antes del diluvio, ¿y tú?, tú qué has aprendido exactamente. ¿Qué haces con mis manos, con mis recuerdos y mis huellas? Dónde los colocaste cuando cesó el torrencial.

  D
       i
            m
                  e.

  No quiero que me escondas detrás de ella. Me va a doler. No me interesan las criptas de colores rosa, ni las lápidas con epitafios que nada tenían que ver con nosotros, ni esas imágenes descompuestas en algún cuarto oscuro con cerraduras de cobre. No me conformaré con estar en la neblina, o con suerte, dentro de algún cometa que caiga sobre tu casa. No lo haré nunca.
 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Janny


Tengo una amiga que hace mucho tiempo no puede caminar por la calle de siempre, ni mirar directo al sol, ni descansar bajo la luna que nos sorprendió tantas veces hablando sobre la litera. Una amiga que, a pesar de todo, sigue siendo hermosa, y mucho más hermosa que antes.
  Pero casi no puedo escribir, porque cuando lo intento, me viene a la mente el hospital, y el suero, y la jeringuilla y el catéter… y se me paralizan las manos, y no puedo aguantar la humedad en los ojos, y me doy golpes en la cabeza intentando encontrar un por qué. No puedo, soy demasiado débil, ¿o es que acaso la vida está siendo demasiado débil con ella?
  Tengo una amiga que desde hace cinco meses la torturan en salas con olores extraños. Sé que es para bien, pero, por dios, apenas tiene 24 años. No es justo, ni siquiera pensarlo es justo. Daría tanto por ella, aunque solo fuese el tiempo para regresar al pre, al aula, al albergue, a los naranjales donde hicimos de todo menos trabajar, por verla vestida de azul, ESCUCHAN, de azul, y no de verde. Daría cualquier cosa porque cesaran los pinchazos y los aislados, y esas visitas a través del cristal. Maldito cristal que no me deja darle un beso ni apretarle la mano.
 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Sin noticias

 Hace días te me escondes en un paisaje extraño. Apenas he dormido bien, y me ahoga la incertidumbre de redescubrir que te perdí, aunque la escena ya la conozca. No es lo que digo, o lo que haces, es esa maldita manía de seguirte en los pasos, de buscarte en los silencios, y de perturbarte en los sueños. Es esa nociva obsesión de pintar tu figura en las nubes, de necesitar tus porqués para formar mis palabras, y de encontrar tu apoyo para cruzar las tormentas.
  Es una locura obscena que me desdibuja las formas y trae lluvias de cometas y mares dulces. Es esquizofrenia sin doctor, herida sin aguja, guerra sin balas ni fusiles. Y acá estoy, escribiendo, como siempre, o pensando en hacerlo antes de que se diseminen las ganas; acá: sola.
  Saldré al balcón, pero tengo miedo que una ola me nazca dentro, y que empiece a nadar dentro de los peces, y a comerme el azufre, y a viajar con los oídos sordos por la profundidad. Saldré, pero no hoy; no hoy que aún sigo sin noticias.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El regalo


Él mismo le regaló el cuchillo. Envuelto en un nylon transparente. Era el primer aniversario de bodas y las sonrisas sobrevolaban las paredes. Por eso, tiempo después de las lluvias, ella no dudó en clavárselo sobre el abdomen. Se cansó de esperar sentada los moretones en la piel.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Urgencias

 Quiero llenar mi cuarto con tus fotos y mi cama con tus poemas y mi alma con tus rostros. Hombre de mar y aire: ven a mi lecho a perturbarme con tus olas, ahoga todos mis deseos en tu arena y arráncame la piel contra los corales. Péscame, de una vez, por dios, tira el anzuelo sin miedo a que se me desgarre la boca. Péscame. Yo estaré esperando a un lado de las sirenas, y por debajo de las medusas. No importa si es de noche y no se ve, no importa si tropiezas con los caballitos o los erizos o las estrellas; yo estaré tendida sobre el arrecife que lleva tu nombre.

martes, 6 de septiembre de 2011

Rumbo

 La vieron marcharse. Era de noche. Hacía frío. Solo llevaba consigo la pared del cuarto donde él le escribió un poema alguna vez, un día sin fecha en el calendario. Era viernes. Se colgó las palabras en los hombros y comenzó su viaje sin rumbo. Caminó por las estrellas, descansó en la luna, y corrió sobre las lágrimas por encima de los cráteres de Mercurio. Al amanecer se encontró a milímetros del sol. Aguardó el primer rayo, tiró con fuerza la pared y se dejó caer al vacío.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Por encima de los miedos

Foto: Ismael Francisco
 Si el suspiro hablara, si el aire que le colma el alma de baluartes para el dolor pudiera gritar lo que siente, si los pies cansados, si las manos fuertes, si los ojos secos de lágrimas, si la figura de muchacha en sepia, capaz de rescatar al más perdido de los náufragos, pudiera resistir al tiempo; y volver y seguir y llegar y estar. Si pudiera Cuchita despejar toda duda y quedarse a pesar de los olvidos, a pesar de las ausencias. Si así fuere, el mundo todo resistiría las tormentas de miedos, las borrascas de mala fe que se estrellan sin cesar contra todos los rostros ajenos.
 Hay quienes la juzgan sin argumentos, e insisten en marcar la casa de cruces, en rojo. ¡Pobres! Hay quienes apenas abren los ojos, o el alma, e intentan comprender al ajiaco afrocubano que nos corre a todos por las venas. Los hay tontos, o incrédulos, o con estacas sangrando en los espíritus.