¿Serás, amor, un largo
adiós que no se acaba?
Salinas
Tienen el santuario maldecido por algún infortunio no previsto del tiempo. Está manchada la pared de las manchas, y limpian el futuro con la mitad de las pasiones. Se sientan en el balcón, después del baño y la cena; resulta que sus motivos no acaban, y que para ellos el amor no es la absurda burla de las hadas contra Cenicientas.
Él tiene 80, pero ella no recuerda eso, ni el primer beso, ni el nombre de la hija que no tuvieron. No lo ve, no lo escucha, no lo siente, no lo desea… Una parálisis cerebral la despojó de toda suerte, de la suerte de saber que despierta junto a su esposo cada mañana, de la suerte de entender de que aquel señor que la baña todos los días, es su hijo, y de la suerte de imaginar cuánto la aman aunque ella no lo sepa.
No puede hacer nada por sí sola, pero él le aprieta la mano para que no tema, para que se calme y encuentre la paz entre el vacío. ¡Él le aprieta la mano tan fuerte!, que empecé a creer, a perseguir las esperazas que alguna vez dejé tiradas, y a esperar por los milagros.
Los conocí una mañana de sol y cuando estaba a 658 kilómetros de Cienfuegos. Quizás nadie lo supo, o se dio cuenta, pero lo que más me impresionó de Santiago de Cuba fue conocerlos. Entender que la vida es mucho más que un beso o una promesa, y que el amor sobrevive a pesar de las tormentas, de las borrascas, de los desastres…
Él tiene 80, y ella tiene una parálisis cerebral, y no lo conoce; pero él la espera en el balcón, en su balcón, en el de siempre, para apretarle la mano.
Verdaderamente, lindo, sincero, tierno, triste, en fin un reflejo de tu corazón, solo espero encuentres esa mano, para de desalojes del alma esas pinceladas de dolor, y encuentres tu Sol, que si bien nada es perfecto, al menos puedas disfrutar, saborear, e incluso sufrir el verdadero AMOR.
ResponderEliminarGraciassss....
ResponderEliminarMelissa: No sé si tú le hiciste lo mismo, pero veo que Santiago te dejó una marca: esta estampa de amor de estos tiempos, sin cóleras. Ellos son como Florentino y Fermina cubanos, con otros obstáculos e idéntico amor.
ResponderEliminarAsí mismo es... irremediablemente son Florentino y Fermina y me dejaron casi sin palabras... gracias Milanés, por leer, y también por creer, un besi
ResponderEliminarBien, bien tierno... una excelente cronista verdaderamente
ResponderEliminarUn millón de gracias, de veras, esas palabras siempre me salvan...
ResponderEliminarPreciosa esta crónica, merecedora del premio que obtuvo, felicidades
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