Las Ferias del Libro en Cuba tienen —como ventaja o desgracia— la atención casi masiva del público. Una muchedumbre compacta asiste a los sitios de venta, adquiriendo muchos, otros, pocos, títulos amén de los motivos que pueden ser varios: válidos, discutibles o simplemente, poco entendibles. Las últimas ediciones habaneras han adolecido y en demasía, el verse envueltas en la comercialización de todo tipo de productos que nada tienen que ver con la literatura, estamos hablando de camisetas de equipos de fútbol, afiches, licras, y abrigos de los más diversos colores; sin dejar de mencionar los precios elevados en CUC de los libros infantiles y otros de notable factura. Desvirtuar una fiesta literaria tan importante y necesaria en la Cuba de hoy va a tener negativas consecuencias a no muy largo plazo. En Cuba se lee menos, se sabe menos la cultura, y a la inversa hay mucho conocimiento de negocio, de “trapicheo”, de “resolver”, que también tiene su explicación sociológica; pero el riesgo que ello trae a la cultura, de manera global, es totalmente inaceptable.
En las provincias la dinámica de la feria es más pasiva; pero, ¿hasta qué punto estas reuniones editoriales en el país tienen el éxito que debieran o el publicitado en los medios? ¿Hasta qué punto se trabaja, fuera del marco previo de las mismas, olvidando luego, durante el resto del año la promoción de los libros y de los autores?
Con Ian Rodríguez Pérez converso sobre algunos temas relacionados con los libros y las ferias, siempre intentando reparar al bote agujereado.

