“A veces, en raros / instantes, se abre, talud / real y enorme, el tiempo / transcurrido…”
Fina García Marruz
Si te asomas en la ventana antes que amanezca (el último día de este mes), verás caer los años, finos, como gotas de lluvia. Descenderán de las casas, de las azoteas, de los garajes sin dueños, de las sonrisas de los niños de aquel parque, del pelo en blanco y negro de la abuela, de los paisajes y de las hojas amarillas de los árboles. Ocurrirá puntual el milagro, siempre lo hace, Diciembre tiene esa capacidad absoluta de sacudir la vida y llevarse el tiempo. Dicen que lo carga en un baúl enorme y que luego lo arrastra por algún arcoíris o lo esparce en los mares o lo pinta en el cielo.
Diciembre es un viejito dulce, sentado en un sillón la mayoría de los meses, o recostado en las puertas de algunas casas, sin que nadie lo vea, durante los otros. De barba larga donde acumula historias pasadas, como aquella de cuando te disgustaste o la tarde donde se cumplieron todos tus sueños; allí guarda tus recuerdos y los vigila cual celoso guardián con lanza y escudo en las manos. Y si alguna vez no has podido recordar con facilidad, es que él estaba durmiendo, o molesto, porque a veces le arrojan las historias sin avisar y le golpean bien fuerte en la nuca.
Hace algunos años se volvió remolón, eso de esperar tanto también lo desespera, entonces piensa que su vida hubiese sido mejor llamándose Enero, o Marzo o Abril, e intenta escalar el calendario, pero siempre cae (ya sea por el calor excesivo al que no se acostumbra o porque algún día lo empuja de buena gana), una y otra vez, en el suelo que lleva su nombre. A diciembre también le ha costado trabajo darse cuenta que todos somos especiales y que uno debe aprender a aguardar su momento, y que el momento de uno siempre llega, más tarde o más temprano.
Una vez, mientras cocinaba almanaques antiguos para la cena, escuchó sonidos extraños que traspasaban las paredes haciéndose insoportables. Salió afuera y comprobó cómo había personas forzando los días, lanzándolos cuesta abajo y cómo otros se la pasaban sin hacer nada o robando horas y segundos; todo caía, desesperadamente, sobre el techo de su casa. De nada sirvieron las protestas, ellos siguieron violando los momentos.
Otra tarde, cuando menos lo esperaba, Noviembre le tocó a la puerta con unos cuantos abrigos de más y unos soles de menos, estaba cansado, con los ojos rojos y la piel gastada. Era la hora del final y Diciembre estaba feliz. Preparó todo, salió de la casa y comenzó a gastar sus días.
La gente en Diciembre es diferente, es como si llegasen a una rampa enorme donde observan el camino recorrido, entonces se juzgan por lo que hicieron (siempre debieron hacerlo diferente), o se culpan por lo que dejaron de hacer (siempre hay de qué arrepentirse). Y luego le besan las manos a Diciembre para que el año próximo sea mejor (siempre lo es) y le hacen ofrendas con sabor a carne puerco asada, yuca con mojo, arroz con gris, dulces y rones. La gente siempre le hace ofrendas a Diciembre, entonces él se encarga de colocarlas como abono en el próximo enero.
Entonces empieza a importarle poco cuánto hubo de esperar y salta de una casa en otra, de una fiesta en otra, de un deseo en otro. Gasta sus horas sin descanso, porque la gente no reposa en Diciembre: siempre está inquieta.
Y se le hacen cortos los días y prepara el baúl y practica cómo amarrarlo, porque sabe que el tiempo es travieso y le encanta volver atrás, y aguarda la noche para hacer temblar la ciudad. A esa hora, pocos lo notan (por eso recuerda asomarte mañana antes que amanezca): Diciembre da golpecitos suaves sobre la tierra, y al alba, comienzan a caer los años, como si estuviese lloviendo (los primeros descienden de las casas, de las azoteas, de los garajes sin dueños, de las sonrisas de los niños de aquel parque, del pelo en blanco y negro de la abuela, de los paisajes y de las hojas amarillas de los árboles).
Diciembre debe estar feliz por tantas cosas lindas, a mí me encanta diciembre y también tu post.
ResponderEliminarMako: Yo le hago muchas ofrendas a Diciembre, pero él no se porta muy bien conmigo, jajaja... ojalá al menos lo haya alegrado con el post. Gracias de nuevo y mucho. Un besi.
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