viernes, 29 de julio de 2011
La partida
Cerró los ojos y la puerta. No dijo nada. Cargó con sus miedos, con el farol, el bolígrafo y la escalera. Echó en el bolso algunas verdades, asegurándose de encerrar bajo llave la vida entera. Abrió las alas en la azotea y las batió, fuerte, muy fuerte. Desde entonces la buscan. No hay noticias nuevas, solo saben que se fue, más desconocen el por qué, o con quién.
viernes, 22 de julio de 2011
Dicotomía incruenta*
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Caricatura: Ández |
Me siento multiplicada. Estoy en decenas de lugares a la misma vez, haciendo cosas distintas. Me utilizan. Me estropean. Soy lo que ellos necesiten, lo que ordenen. Metamorfoseo a cada minuto. Soy útil. No sirvo. Desaparezco. Ocurre todo el tiempo, ya poco importa si estoy de pie o sentada, si hay eclipses, si se va la luz, o si es viernes; no puedo escapar ni de las horas, o las transfiguraciones. Ser de papel no es virtud comparable de fáciles maneras. Encierra compromisos no escritos, y raras utilidades. Adaptarme o no, ha sido cuestión de otros; no soy más que usos y gratificaciones.
miércoles, 20 de julio de 2011
Pestaña y Colorina
Le robé la pestaña de la mejilla. Quería, a toda costa, quedarme con el deseo. Lo pedí. Lo supliqué. Y por fin nos retamos en un duelo de índice y pulgar. Apreté fuerte, ella hizo igual. Y cerramos los ojos al mismo tiempo. Comenzó el trance. Las frentes apretadas y el corazón al descubierto. Ya. Despegamos nuestros dedos, muy suave, para que ninguna de las dos tuviera algún tipo de ventaja. Entonces no la vi en mi índice. Estaba en su pulgar. Me molesté. Ya lo dije, lo quería. Pero todo disgusto pasó de inmediato. Me hubiera quitado mi deseo una y mil veces para que se cumpliera el de ella. Mi sobrinita, que también se llama Eva, pidió que Colorina, su muñeca, pudiera hablar.
- Que Colorina hable- dijo, en el justo momento que me rendí completamente a sus pies.
viernes, 15 de julio de 2011
Palabras en cruz
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Foto: Ismael Francisco |
Rubén Martínez Villena
Se quedó sentado en el borde del mar. Para siempre. Los pies tienen el inevitable olor a sal, y la camisa se pierde en puntillas sobre la espalda de la ciénaga. Oscurece. Se escucha el silencio, los mosquitos, pero Argelio mira más allá. Parece alcanzar el espacio de nadie. Lo toma. Regresa. Y sostiene las cinco décadas, que en su puño, pesan muy poco. Allí están. ¡Playa Girón es ahora tan pequeña!
Aún el pelo no se le ennegrece del todo. Parece más joven. La figura de caballero andante es prodigiosa, también la sonrisa que regala confianzas e invita a escuchar historias como si fuesen cuentos de hadas. Pero no lo son. Entonces hay que apretar fuerte las palmas de las manos y colocar los pies firmes sobre el suelo de su casa. Félix Argelio Lafita Puentes vive hoy en Playa Larga, la misma playa que fue violada en un amanecer de abril.
miércoles, 13 de julio de 2011
Discurso en bloque
Ya no hay amaneceres color esperanza en mi ventana, ya no existen crepúsculos que sangren en el cielo, ya no vuelan los pájaros en su afán de tejer las nubes, ya no encuentro música detrás de un caracol, ya no aspiro el color de la vida, ya no siento reír al futuro, ya no sé si volverán los sueños y las estrellas al cielo, y si alguna caerá para conceder deseos, y si cruzaré mi camino hallando un mendigo al que abrazar, y si volveré a respirar el sabor del aire, de un susurro, del invierno, de la huella pintada por los peces en el mar, el paladar inconfundible de la canción que habré dejado de escuchar porque el tiempo duele cuando pasa, pero pasa lento, invariable, pero mutila mis sentimientos, pero desaparece a mis algas, mis guitarras, mis flores, mis poemas, mis lunas, mis resplandores, mis soles, mis constelaciones, mis letras, mis enciclopedias, y ya no hay adivinanzas, ni exotismos, ni imprentas, ni féretros, porque es muy común andar de novios con la muerte, y se han puesto de moda los impíos, los perturbadores de la paz, los que laceran fantasías y reparten por mi cuarto implosiones de mariposas, y luego el polvo tupe los sentidos, y aniquila los poros de las orugas, y todo se vuelve blanco, y no se ve, no hay ojos, bocas, narices, dientes, orejas, no hay tímpanos que capten el ruido ensordecedor de las carabelas riendo y haciendo señas por la casa.
lunes, 11 de julio de 2011
Cuando se van las hadas
Lo que duele quizás es esta aurora.\ Lo que sangra mi voz, lo que me aterra \ Es esto de sentir que a cada hora \ Se está volviendo un poco más de tierra...
Carilda Oliver Labra
Mi abuela era la mejor abuela del mundo. Y ya no está. Hace dos años que no está. No pude siquiera despedirme, no le di el último beso, ni le apreté la mano.
Mi abuela, la mejor del mundo, estaba en un hospital, no podía caminar, ni levantarse de aquella maldita cama para ver los atardeceres. Mi abuela no tuvo otro paisaje que enfermeras con sueros y jeringuillas con sabor a dolor; no tuvo otras esperanzas, ni otras oportunidades. ¡Pero era tan bella!, que ni siquiera aquella geografía desafortunada pudo quitarle el color rosa de los labios, la confianza de las manos, o la candidez del rostro.
viernes, 8 de julio de 2011
Casi a las 10
9:52 PM. Ruido en la pared. Constante. No se apaga. Ni se calma. Ni se explica. No dice por qué me molesta. O por qué no se calla. No declara la guerra, pero el tiroteo es constante, y ahora lo tengo en mi cabeza, como si el taladro intentara matar las pocas neuronas de a esta hora. Intento escribir sobre el Moncada, juro que lo intento, pero el barullo es demasiado.
Entonces abro otra hoja, para hacerle honorarios a los golpes de la pared. No sé bien de dónde vienen, si del tercer o segundo piso, pero vienen en ráfagas constantes que desesperan, y que me hacen trocar las fechas, los sinónimos, los adjetivos… Ahora se calla, ya lo ha hecho antes, se que me renovará el mal humor en breves segundos.
Entonces abro otra hoja, para hacerle honorarios a los golpes de la pared. No sé bien de dónde vienen, si del tercer o segundo piso, pero vienen en ráfagas constantes que desesperan, y que me hacen trocar las fechas, los sinónimos, los adjetivos… Ahora se calla, ya lo ha hecho antes, se que me renovará el mal humor en breves segundos.
jueves, 7 de julio de 2011
¡Qué llueva!, ¿o no?
Las tardes de lluvia me gustan y no.
No me gusta mojarme, sí me gusta el sabor. Me gusta pensar en las flores, más no me gustan las ranas, ni la suciedad, ni que mis pies se marquen en el fango, ni que se filtre mi cuarto. Me gusta pensarte, con ese olor a humedad; no me gusta que estés lejos, y que no te pueda tocar.
No me gustan los paisajes, porque se les cae el color, más me encanta refugiarme, sola, en cualquier rincón. No me gustan los relámpagos, porque se llevan la luz, y el calor; pero me gusta escuchar cómo la lluvia, golpea en mi ventana, y ese tilín, y esas ganas, de mojarme el colchón.
Las tardes de lluvia me gustan y no.
No me gustan si estoy loca; y es que ya no tiene remedio, este afán y este tedio, que empapa el corazón.
No me gusta mojarme, sí me gusta el sabor. Me gusta pensar en las flores, más no me gustan las ranas, ni la suciedad, ni que mis pies se marquen en el fango, ni que se filtre mi cuarto. Me gusta pensarte, con ese olor a humedad; no me gusta que estés lejos, y que no te pueda tocar.
No me gustan los paisajes, porque se les cae el color, más me encanta refugiarme, sola, en cualquier rincón. No me gustan los relámpagos, porque se llevan la luz, y el calor; pero me gusta escuchar cómo la lluvia, golpea en mi ventana, y ese tilín, y esas ganas, de mojarme el colchón.
Las tardes de lluvia me gustan y no.
No me gustan si estoy loca; y es que ya no tiene remedio, este afán y este tedio, que empapa el corazón.
miércoles, 6 de julio de 2011
La (des) cita
Ayer tenía una cita a las tres de la tarde. No puse reparos en la hora, al fin y al cabo, ERA UNA CITA. Tomé las precauciones, esperé paciente el mediodía, que llegó mojado y con pocas ganas. Pero no me desanimé. Salí resuelta. Eran las tres menos diez.
Caminé despacio, me esperaban en perpendicular, quizás en un lugar poco común. No demoré en llegar, me sequé el sudor, y doble la esquina con la puntualidad gastándome los zapatos. Estaba un poco nerviosa, pues uno nunca sabe lo que puede ocurrir en una cita, mucho menos si la locación es el cuartel de bomberos de la ciudad.
Caminé despacio, me esperaban en perpendicular, quizás en un lugar poco común. No demoré en llegar, me sequé el sudor, y doble la esquina con la puntualidad gastándome los zapatos. Estaba un poco nerviosa, pues uno nunca sabe lo que puede ocurrir en una cita, mucho menos si la locación es el cuartel de bomberos de la ciudad.
martes, 5 de julio de 2011
Entre tú y quedarse
Partió un día por camino incierto. Se fue sin decir adiós… simplemente abrió las alas y se fue. Desde entonces me siento cada tarde al borde del abismo, en la esquina donde reposábamos las lluvias. Estoy tan sola que apenas puedo ver los atardeceres, y me estorban las nubes, y los vientos.
Cuando la noche llega no hago más, solo grito, bien fuerte, al vacío, a la nada que coseché durante todos los tiempos… grito bien fuerte, más no me escucho. Mi voz se pierde en los colores de las aves, en las plumas, en las alas, en las barcas con púas, y en la ensordecedora paz de las mariposas.
No soy sino una pizca salada en la cumbre de los sueños. Una molestia en alguna pupila. Una mentira bien dicha, y luego bien rota. Una promesa bien falsa, de esas que parten mientras tú regresas: sordo, mudo, ciego… pero con mi poema en la mano.
Cuando la noche llega no hago más, solo grito, bien fuerte, al vacío, a la nada que coseché durante todos los tiempos… grito bien fuerte, más no me escucho. Mi voz se pierde en los colores de las aves, en las plumas, en las alas, en las barcas con púas, y en la ensordecedora paz de las mariposas.
No soy sino una pizca salada en la cumbre de los sueños. Una molestia en alguna pupila. Una mentira bien dicha, y luego bien rota. Una promesa bien falsa, de esas que parten mientras tú regresas: sordo, mudo, ciego… pero con mi poema en la mano.
lunes, 4 de julio de 2011
Gotas de sangre sobre las lágrimas (+ fotos)
¡Yo quiero romper las jaulas de todas las aves;- que la naturaleza siga su curso majestuoso, el cual el hombre, en vez de mejorar, interrumpe;- que el ave vuele libre en su árbol;- y el siervo salte libre en su bosque;- y el hombre ande libre en la humanidad!-
José Martí
Cierra el viento los ojos en el preciso instante del silencio, y se levantan luces con sabor a horizontes. Corre el agua pura, ondea la bandera que soportó los toques de a degüello, cristalizan los ojos en los minutos de siempre… Luego, se va deteniendo, insoslayable, la frente de aureolas, la frente de la Revolución, la que vio esclavos ahorcados y sufrió callada con la piel entre grilletes, la frente prodigiosa, la única, la eterna.
Entonces uno siente que no le cabe en el pecho tanto sol y tanta grandeza, uno siente ese despertar, esas reverencias; uno siente a la patria corriéndole por las venas y desbordando, en torrente inclaudicable, sobre todos los espacios sagrados. Y uno siente un desplome que le impide caminar. Hay que detenerse en firme y apretar los puños, mirar al cielo, arrodillarse, hay que llorar; porque el Cementerio de Santa Ifigenia se te levanta en medio del tiempo, y te retumba toda la piel. Sí. Lo hace. Y bien fuerte.
viernes, 1 de julio de 2011
Amor de acera
Los que caminan cogidos de las manos, / con sus manos levantan una torre, / construyen una casa, / organizan el mundo…
Fernández Retamar
La acera tiene un nuevo inquilino. Nadie sabe cómo llegó, o si trajo un morral, o los motivos de la mudanza; solo tienen la certeza de que vino caminando hacia atrás. Llegó sin ruidos, sin avisos, pero con una seguridad espantosa y la decisión firme de quedarse para siempre.
Vino solo. Tal vez se cansó de la salobridad de su vida, de los vecinos con escamas, que poco tenían que ver con él. Quizás un mal amor, un desamor, un no amor, lo obligó a salir a tientas en busca de otras realidades. Vino solo, a lo mejor con el corazón roto, pero con unos deseos enormes de aplastar todos los obstáculos, a golpes de almas.
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