Tengo el tobillo bien hinchado, le veo unos puntitos rojos, como si la sangre me estuviese ardiendo dentro o hubiera alguna batalla de glóbulos; y me duele a reventar, casi no muevo el pie y estoy sentada hace bastante tiempo frente a esta ventana: ¡pobre!, cansada de verme se ha echado a llorar, dice que le aburren mis auras, y ¿qué culpa voy teniendo yo de mis auras?, si jamás las escogí, si jamás les dije que vinieran a rondarme la cabeza, y hasta más: ¿quién ha visto una ventana con tantos gustos?, ja, pues vete, ándate, mira a ver si otros marcos, de otras casas, te quieren albergar, por lo pronto yo estaré aquí, en esta posición, por un buen tiempo.
Tengo el tobillo hinchado y rojo y verde, tal maceta sin flor en tierra podrida, en la mano tengo el libro de Cofiño y ando tragándome las letras, sin otro entretenimiento que burlarme de mi ventana y esperar a que baje la hichazón.
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