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Ilustración: Paolo |
Lo miré sin permisos y sin pausas, recorrí todo el ciper y descansé sobre la imagen que lucía debajo del ombligo robándole buena parte de la geografía dérmica. Finalmente, no alcancé a verle el rostro, mi atención no se desvió, por eso no sé quién fue la víctima de la ferocidad de mi vista.
Solo que era hombre y que llevaba una figura pegada en la hebilla del cinto. Exhibía a un señor con la mano en alto, detrás, un paisaje poco esperanzador. La imagen era bastante llamativa y digerible para quien se cruzara con ella. Lucía, a la altura de las caderas, al presidente Barack Obama y la Casa Blanca. Lo paseaba con orgullo por el bulevar, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, quién sabe desde cuando.