Ilustración: Paolo |
Lo miré sin permisos y sin pausas, recorrí todo el ciper y descansé sobre la imagen que lucía debajo del ombligo robándole buena parte de la geografía dérmica. Finalmente, no alcancé a verle el rostro, mi atención no se desvió, por eso no sé quién fue la víctima de la ferocidad de mi vista.
Solo que era hombre y que llevaba una figura pegada en la hebilla del cinto. Exhibía a un señor con la mano en alto, detrás, un paisaje poco esperanzador. La imagen era bastante llamativa y digerible para quien se cruzara con ella. Lucía, a la altura de las caderas, al presidente Barack Obama y la Casa Blanca. Lo paseaba con orgullo por el bulevar, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, quién sabe desde cuando.
No sé si acaso la moda se ha vuelto demasiado loca, o que llevar colgados al cuerpo iconos, cualquiera que estos sean, de culturas extranjeras, sea símbolo “bueno” de “algo”. Lo cierto: me causó muchas dudas, me causa muchas dudas el significado real que motiva a alguien a decidirse a caminar con Obama por las calles de Cienfuegos.
Primero pensé que quizás el hombre del cinto era defensor a ultranza de la política norteña, pero eso me causó mucho más dudas de las anteriores, y deseché la idea. No creo siquiera se identifique con las directrices de la política estadounidense, o que, simplemente, lo admire como hombre, como presidente, o como Nobel de la Paz. Eso no lo creo.
Como segundo pensamiento fugaz me vino a la mente que tal vez cuando el individuo fue a comprar los cintos de moda, ese era el único en venta. Y esto último me hizo remitirme a los comerciantes, que por tal de vender…: colocan hasta a Obama como adorno. Quién sabe si un día de estos aparecerá por ahí a precio módico retratos de Bin Laden o Pinochet, quién sabe, en aretes, o collares, o pulsos.
Luego se me trocaron todas las suposiciones, y hasta en sueños me veía tratando de descifrar los porqués, descubrir el motivo real por el cual Obama y la Casa Blanca se colgaron por debajo de las caderas de aquel hombre. Y nada. No dilucidé nada.
Después tuve un poco de miedo. Me preocupa la metamorfosis social de algunos jóvenes, esos que olvidan demasiado en el camino y crecen con ausencias totales. Jóvenes que prefieren recostarse todos los días en las esquinas de la ciudad a negociar sus vidas, y que, al final, nada aportan y mucho tienen. Jóvenes que quizás ya olvidaron al Quijote, y sus molinos se convirtieron en billetes que dan vueltas incansables en sus cabezas.
El hombre del cinto caminaba con orgullo por el bulevar, rápido, con descuido; y yo ni siquiera alcancé a verle el rostro. Eso sí, lo miré de manera incisiva sobre la portañuela, sin pausas y sin permisos, porque aún no entiendo por qué llevaba a Obama enganchado del pantalón.
Estos nunca han olvidado al Quijote, porque nunca lo han conocico.
ResponderEliminarEs cierto profe... gracias por leer, otra vez, ahora fuera del aula. Besos grandes.
ResponderEliminarMelissa: No es una regla; no me creo el "normador" de la empresa, pero si una muchacha lleva a Hillary en una hebilla del pelo, me digo que no tiene mucho en la cabeza. Si un hombre necesita a Barackcito para custodiar su portañuela, pues pienso que...
ResponderEliminarPerdona que sea tan mal pensado. Un beso.
jajajjajaja, pues así es, y nada de mal pensado: toda la razón, un beso. Gracias siempre por asomarte a Eva....
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