lunes, 14 de mayo de 2012

Cuchara y tenedor van al baño


“¡Cuentan las cosas con tantas palabras raras, y uno no las puede entender!” 


Y, a veces, uno tampoco logra entender las cosas que no nos cuentan, sino las que ve con los ojos mismitos de uno. Y se le hacen raras por enésima vez y dan vueltas en la cabeza con un tono inexplicable y hasta le reprimen por desconocer de razones. No lo voy a negar: siempre he creído en el poder de las palabras, me gusta imaginar que vuelan, que se desprenden de los libros y violan los espacios de todos -incluso de aquellos que la abandonaron alguna vez- y que llegan, por los senderos más inhóspitos, hasta los sitios más inhóspitos. Me divierte esa colisión de historias en el aire, me enajena sentir los cuentos de Rulfo, o de Emerio o de Cortázar, rozando de a todas con poemas de Carilda o de la Loynaz o de Pimienta; me encanta cerrar los ojos y ver saltar a los personajes y descubrirlos bailando en la cocina o pescando encima de la mesita de noche o volando, aunque sea un señor muy viejo, entre colinas como elefantes blancos.


Lo que nunca aceptaré será que alguien, por descuido o a propósito, rapte, en contra de su voluntad, los argumentos y los diálogos, que los arranque sin piedad de los libros, que mutile la magia de los sintagmas. Nunca aceptaré ver morir la genialidad a manos de insulsos. Por eso, esta mañana, cuando he entrado al baño del periódico y he visto una página de La Edad de Oro, así, con heridas enormes y abiertas, agonizando entre olores extraños, cuando he visto a la Historia de la cuchara y el tenedor cerca del suicidio de las necesidades, sucumbí.

Hay cosas tan raras, que ciertamente, uno no las puede entender.


4 comentarios:

  1. eso no es raro!... es sacrílego!...

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  2. Melissa: ¡Qué cosas tan tristes tenemos que escribir a veces! Botar tanto Oro en un baño. Ese ejemplo, que no es el único, es la mejor evidencia: lo botamos por la falta que nos hace todavía. Un beso.

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    1. Ufff!!! tú crees, eso me puso muy triste. Y monté guardia en el baño del periódico para ver si atrapaba al mutilador, pero nada; y en la tarde estaba La Muñeca negra encima del bidel..... Un beso, gracias por leer.

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  3. No soporto que mutilen de a poco los libros, presiento que silencian mi garganta, que secuestran mis ideas y desgarran mis dedos y mis manos y es entonces cuando respondo por instintos y encolerizo en busca de un culpable

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