miércoles, 1 de junio de 2011

Amanecer sin Pilar, sin zapatos, sin rosas

 

  Intenté descubrir sonrisas en el rostro. Pero estaban escondidas. Las busqué a la luz, en la sombras, en el silencio, en la huella que dejan los párpados, detrás de las manos, por encima de los hombros… y sencillamente no aparecieron. Se les llenó la cabeza de frutas muy maduras, y los obligaron a tirar en un rincón al carrito de bomberos y la muñeca negra. Y olvidaron, en las esquinas del pasado, al Ratón Pérez y a Cucarachita Martina y a Caperucita Roja y al Lobo Feroz y a Pilar y a los zapaticos de rosa y a Pinocho y a cada uno de los siete enanitos.
  Después miré por debajo de las pieles. Fue cuando entendí. Comprendí la magia desmoronada entre la capacidad de entenderlos y las cercas de la escuela. Advertí toda la inocencia y todo el resplandor de la niñez palpitándoles bien dentro y desbordando por el iris. ¡Sagrados sean también estos niños!, y ¡bendito el milagro de poder leerles las pupilas!
 
Tato Madruga es un nombre bien fuerte, y cuando se dice, a muchos se le dibujan máscaras en el rostro y muros bien altos en los corazones. Cuando se dice Tato Madruga se detienen de a poco las respiraciones, y luego es difícil recobrarlas. Resta mucho por aprender, mucho por respetar, mucho por ayudar, mucho por hacer…
  Tienen familias disfuncionales, que borraron de las memorias de estos pequeños un poco de ingenuidad. Entonces tuvieron que transitar a oscuras por caminos que nunca fueron construidos para ellos, ni en sueños; tuvieron que hacer ¡tantas cosas!: impensadas, anómalas, en contra de sus realidades… por eso cambiaron, solo un poco, la suerte de su infancia.
  Cuando descubrí a Keny Maikel me di cuenta que nada está perdido, y que todas las luces, las mismas luces, siguen brillando estridentes en los pechos de todos los niños cubanos. A pequeños como Keny los salvó la suerte de esta tierra. Me miró con unos ojos tremendamente pícaros: los ojos más pícaros que he conocido, y me dio la mano, con una confianza que me aflojó desde el dedo pequeño del pie hasta el alma. Me miró, Keny me miró regalándome la más pura de sus sonrisas.
  Tiene apellidos de alcurnia y de poeta: Valdivié Borges. Los once años no se reflejan para nada en su estatura, y del sexto grado lo que más adora son las clases de inglés. Cuando sea grande, me dijo, quiere ser cantante y estudiar idioma, sobre todo el italiano y el francés. Keny extraña a su familia, a su barrio que también tiene un nombre de estirpe: Reina; pero sabe bien el por qué está allí:”por coger lo que no es mío”, y que lo ayudarán a superarlo “porque está mal hecho”.
  Keny hizo una promesa: “portarme bien”, una promesa que lo salvará de las dudas, de las mañanas sin dibujos, y de las tardes de tormentas con truenos. Una promesa que solo los hombres-niños de bien, como él, defenderán hasta el final de los tiempos. Entonces sus cejas se le arquearon en un coqueteo indefenso, los ojos le brillaron, y el bigote, que no lo es, se recogió a la par de los labios luego de una danza muy extraña. Tiene un rostro sagrado, y una maldad muy sana le salpica de sudor la frente. Hizo una pausa y volvió a mirarme como quien desea saberlo todo, fue cuando preguntó sin distancias:
- ¿Y esto para qué es?, y ¿tú dónde trabajas?, y ¿dónde queda eso?, ¿un periódico?
  Keny volvió a sonreír, pícaramente, como siempre lo hizo, y salió gritando:
- Profe, profe, voy a salir en el periódico.

3 comentarios:

  1. a veces queremos ayudar a estos niños y nos enredamos buscando aparentes grandes soluciones; sin embargo, ellos se conforman con poco. Basta un mínimo de atención para sacar todo lo bueno, que por naturaleza, hay en los niños, a pesar de los errores de los adultos. Felicidades Melissa por darle protagonismo a quienes a veces la vida les pone obstaculos inmesamente grandes.

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  2. Genial Meli!!! Me encanta la manera en la que siempre andas buscando maneras para hacernos entender los verdaderos motivos por los cuales debemos agradecer a la vida nuestra existencia.

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  3. Muchas gracias Yudith y Rosi, es un placer escribirles a ellos y a ustedes... gracias por leer, por estar

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